La iliquidez a la que se enfrentan personas, empresas y gobiernos de todo el mundo es de una magnitud nunca antes vista, los ingresos no caen en magnitudes importantes sino que directamente se extinguen por completo y pasan a cero. Y sin ingresos no hay pagos de deuda posibles.
Hoy todo aquel castigado por la crisis que se haya endeudado en una moneda que no emite y que no encuentre un prestamista de última instancia, tiene serios problemas para pagar su deuda. De esta forma, emergen gran cantidad de pedidos y presiones para que los acreedores otorguen alivios y pospongan sus cobros. En concreto, crecen los planteos en Estados Unidos para que se condonen las deudas de los estudiantes y las deudas médicas -VER-, los pedidos sobre los organismos internacionales de crédito para condonar a países endeudados se multiplicaron (algunas de estas voces: la CEPAL-VER-, Reinhart y Rogoff -VER-, el Papa -VER- y la lista sigue) e incluso países que tienen como acreedor a China también han realizado sus pedidos para que sus cargas financieras sean alivianadas -VER-.
Sin duda, parte de estos planteos seguirán siendo marginales y no serán atendidos, pero están, van creciendo y muchos de ellos sí requerirán de algún tipo de solución inmediata. Mientras, los que tienen la varita mágica y deciden qué deudor recibe alivio son los prestamistas de última instancia. El más grande del mundo, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) ha estado modificando parte de sus programas para, por ejemplo, rescatar deuda de empresas en problemas (su mero anuncio ya ofició como salvavidas de la empresa Boeing) o la compra directa de deuda de municipalidades o estados norteamericanos.
Incluso, la FED expandió fuertemente los montos sobre los cuales puede otorgar swaps a otros bancos centrales y aquí otra vez, con el mero anuncio se busca que los acreedores entiendan atrás de tal o cual deudor se encuentra la espalda financiera más grande del mundo. De lo contrario, quien tenga excesiva deuda en moneda que no emite, pocos activos (como reservas internacionales) con que pagar y no cuente con la venia de un prestamista de última instancia, se encontrará cara a cara con el default.
¿Cómo impacta todo este nuevo contexto en nuestra renegociación de deuda? Difícil saberlo. Pero pensar que sólo porque somos la primera reestructuración en danza y el mundo está mirándonos, la pelota va a caer de nuestro lado, sería ingenuo. Sin embargo, la tentación de pensar que en este escenario tan complicado el temor de nuestros acreedores pueda jugarnos a favor siempre está, la esperanza nunca se pierde. O quizás no sea ni una ni la otra, la cancha donde se juega el partido no importe tanto y lo que sí sea relevante sean los movimientos que hagan Argentina y sus acreedores.
En esto último sí hay algo para analizar y repetir una vez más y es la inutilidad del FMI, precisamente, nuestro prestamista de última instancia. Por de pronto, ya se sabe desde hace tiempo que, diciéndolo en criollo, al Fondo no le da la nafta para desempeñar ese rol a nivel mundial. Es decir, sus desembolsos no alcanzan para aliviar situaciones de fuerte iliquidez global y esto quedó demostrado en la última gran crisis financiera. Hoy su página web se jacta de que su “poder de fuego” para enfrentar la situación actual es de un billón de dólares y el mero hecho de que tengan que andar presumiendo de ello ya de por sí dice bastante. Sin embargo, siempre que se menciona que el FMI quedó chiquitito para hacer su trabajo por el fenomenal tamaño que alcanzaron los flujos financieros internacionales, se resalta que su rol primordial dejó de ser el de suministrar fondos líquidos para pasar a ser un coordinador de la relación entre deudores y acreedores (fundamentalmente, con la camiseta de los acreedores puesta) y ahí está la cuestión.
¿Ya no tiene intenciones de coordinar esto siquiera? ¿No quiere? ¿No puede? Está claro lo que el Fondo hizo en nuestro país desde 2018 hasta acá, cuando prestó una suma desproporcionada (el 5% de su “poder de fuego” ya lo dilapidó en el engendro argentino) sin exigir ningún control al movimiento de capitales, pero... ¿ahora? ¿No es demasiado pasivo el rol que está jugando el FMI en la negociación Argentina?
Teniendo en cuenta cómo quedaría el perfil de vencimientos luego de la reestructuración, parece que habría lugar para que el Fondo posponga ciertos cobros (Álvarez Agis lo plantea perfectamente -VER-). Entonces, ¿los acreedores no le estarán pidiendo que se vuelva a poner la camiseta? En 2018, al prestar una suma sideral e inédita, el Fondo se encargó de dejar bien en claro que todas las versiones de su acuerdo con Argentina eran íntegramente elaboradas por el gobierno de Macri y ahora vuelven sobre la misma lógica, acompañan la negociación pero no se involucran en arreglar el lío.
La resolución al problema de endeudamiento argentino es incierta y parece que no será inmediata. Sobre lo que sí hay certidumbre es que en la generación del mismo el Fondo fue partícipe. ¿Puede darle lo mismo si se resuelve o no? De su responsabilidad no deben quedar dudas.
(*) Economista de Fundamentar