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Domingo, 06 Noviembre 2022 10:58

Sobre victimarios y víctimas

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Discurso de legitimación VI: Capitán América II Discurso de legitimación VI: Capitán América II Sandra Pilar

"Pero que el siglo 20 es un despliegue,
de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolca'os en un merengue,
y, en el mismo lodo, todos manosea'os"

Cambalache - Enrique Santos Discépolo

La vorágine de este tiempo posmoderno que habitamos, dificulta enormemente la posibilidad de poner bajo análisis ciertos hechos que tienen una densidad muy profunda y que, en muchas ocasiones, son abordados a la par de noticias menores a la vez que insignificantes.  Sucede con la violencia que se sustenta en la dimensión política y que, como el sol tibio del invierno, nos vamos acostumbrando, lentamente, a su presencia. Tal vez de manera imperceptible, o con tantas facetas que nos hace recordar aquella vieja lección que dice que la mejor manera de esconder un elefante en un bazar, es que éste se llene de elefantes, en la Argentina, en la semana que pasó, la violencia tuvo múltiples matices y en diversos sentidos: algunos victimarios quedaron expuestos, algunas víctimas siguen reclamando que la Justicia sea tal y otros pretenden que, como en el Cambalache, todos quedemos manoseados en el mismo lodo. Pasen y vean.

El final de octubre trajo al mundo la excelente noticia del triunfo de Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil, transformándose así en presidente por tercera vez. La celebración no radica tanto en la contundencia de los números (una diferencia muy exigua de 1,5%) sino por el doble hecho de lo que podemos suponer será su gestión y por haber derrotado al neofascismo que encarna la figura de Jair Bolsonaro. Punto en contra de la violencia.

Como hubiera acontecido si el resultado era inverso, el triunfo petista tuvo inmediato efecto sobre la política argentina: Cristina Fernández de Kirchner realizó el saludo de rigor vía Twitter, tal vez por su condición de ex presidente Mauricio Macri hizo lo propio y Alberto Fernández (el mismo que en plena campaña electoral de 2019 lo visitó en la cárcel) apuró un viaje el día lunes para saludar en persona al flamante triunfador. No han sido pocos los que se entusiasmaron y plantearon la idea de que si “Lula pudo, ¿por qué no podría Cristina?”. Luego volveremos sobre el tema, pero por ahora digamos que en política los escenarios nunca se repiten idealmente y mucho menos si están formateados por sociedades y sistemas políticos distintos.

Pero el primer sacudón local se hizo público en la mañana del martes cuando se conoció un video donde Patricia Bullrich, a la sazón presidenta del partido Propuesta Republicana (PRO), en la previa de la presentación del libro “Para qué” del ex presidente Macri, amenazaba al jefe de gabinete porteño Felipe Miguel, hombre de estrecha confianza de Horacio Rodríguez Larreta, con “cagarte a trompadas si te metes conmigo”. Fueron tan definitivamente violentas las imágenes, que los medios que habitualmente suelen encubrir las bravuconadas de la ex (doble) ministra, las históricas y las más recientes, debieron mostrar el incidente.

Alguno que dice ser periodista, se animó a realizarle la pregunta sobre el episodio y, no conforme con lo hecho hasta allí, la también ex montonera, afirmó que no se arrepentía de nada porque ella no “toleraba la hipocresía”. Para variar faltó la repregunta, esa que dice cómo hizo Bullrich para convivir con esas miserias participando del sistema político argentino en los últimos 25 años. Punto y empate para la violencia.

Para completar el cuadro, y confirmando este desasosiego que se apalanca en cierto “dejar pasar, dejar hacer”, también conocimos un video donde Lilia Lemoine, asesora de Javier Milei, daba lecciones a sus partidarios de cómo debían atacar vía redes a la diputada porteña Ofelia Fernández llamándola “tanque australiana de medialunas”. El hecho, comparado con el bloqueo de rutas en Brasil de parte de camioneros que no aceptaban el triunfo de Lula, o el ataque al Capitolio en la mañana del 6 de enero de 2021, el cual fuera implícitamente propiciado por el propio Donald Trump, parece absolutamente menor. Y mucho más si se lo compara con el intento de magnicidio a Cristina Fernández de Kirchner.

Pero si se mira con atención, y podríamos sumar a esto el pedido de balas para delincuentes del recientemente lanzado a pre candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires José Luis Espert, o a la violencia discursiva del ya mencionado Milei, la derecha de aquí y de más allá tiene una estrategia recurrente, común y hasta podría decirse universal: someternos a dosis de violencia cotidianas a las cuales nos vamos acostumbrando y que, con el tiempo, naturalizamos.

No faltará quien, haciendo un recorrido de la variada cantidad de hechos y discursos que propone la derecha, podamos plantear la idea de que tienen a la violencia como un recurso político. Y en esto cabe ser precisos con los términos y las definiciones. Al igual que a un médico no le permitiríamos el derecho a equivocarse de qué lado está el bazo y de qué lado el apéndice, desde nuestro lugar no podemos siquiera imaginar que la violencia sea pensada como insumo político ya que éste, en su esencia, reconoce la existencia del otro por derecho natural, mientras que la primera de ellas, propone su eliminación.

Todo lo expuesto anteriormente no supone que la violencia no tenga efectos sobre las distintas dimensiones que le dan vida a la sociedad. Una prueba de ello lo tuvimos esta semana, cuando la “Justicia” dispuso la liberación de los cuatro integrantes de Revolución Federal, quienes resultan sospechosos de haber formado parte del intento de magnicidio contra la vicepresidenta. Dos a uno a favor de la violencia.

A partir de allí las quejas públicas del presidente, la acusación a los jueces de la Sala I de la Cámara Federal de Apelación de Comodoro Py, y el consiguiente aviso del Dr Leopoldo Bruglia de iniciarle una querella al primer mandatario. Si uno mira el recorrido público judicial de este juez amigo de Macri, cabe preguntarse en qué medida debe ser pensado como victimario antes que como víctima.

Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner fue invitada al cierre del plenario nacional de la Unión Obrera Metalúrgica que desde marzo de este año conduce Aníbal Furlán. Allí, al comienzo y como al pasar, afirmó que al partido judicial ella le sirve más como acusada que cómo víctima. Y esto, es una inexorable verdad.

Si al comienzo de la pandemia imaginábamos que la humanidad saldría mejor de esa instancia histórica, nos equivocamos de cabo a rabo. Ese error, inocente e ilusorio, podríamos parangonarlo con lo que sobrevendría luego del intento de magnicidio de la noche del 1° de setiembre de 2022. Suponíamos, en las horas subsiguientes, que buena parte del sistema judicial, con la Corte Suprema de Justicia de la Nación a la cabeza, encararía una investigación profunda, ejemplar, definitiva. Duelen mucho los atentados a la Embajada de Israel y a la Amia, como así también la indefinición oficial sobre lo sucedido al fiscal Alberto Nisman (un evidente suicidio), para que este nuevo capítulo de violencia en el país, quede impune o circunscripto a la perejilidad de un par de loquitos sueltos.

A poco más de dos meses del atentado, la institucionalidad argentina ha naturalizado el hecho de manera pasmosa. La Corte, tan preocupada por mostrar un supuesto apoyo a la Justicia Federal rosarina en su casi imperceptible lucha contra el delito narco en la región, con actos de dudosa credibilidad, no brindó ninguna señal de apoyo real a la jueza que investiga el hecho. No hubo aumento de recursos, ni humanos ni técnicos, siguiendo la causa un derrotero que se parece más a una pelea entre dos privados, antes que a lo que verdaderamente fue: un atentado planificado que despierta variadas sospechas en parte del sistema político. Tres a uno para la violencia. Y ya empieza a ser goleada. 

En el devenir de la semana también tuvimos las suposiciones políticas que tanto nos gustan. Mientras el ruido por la suspensión de las PASO parece ir decreciendo, en el ya mencionado plenario de Pilar, Cristina Fernández de Kirchner tuvo tiempo para dar algunas señales políticas. La más clara, tal vez, es que en esta reaparición, como no había sucedido en otros eventos, hizo una constante referencia a los doce años de gestión kirchnerista en el país. ¿Paso (muy) previo al anuncio de una candidatura? Difícil de saberlo a la distancia, pero, sí puede decirse que el formato discursivo del viernes parece señalarnos “aquí estoy yo”. Y su afirmación de que hará lo que tenga que hacer para que el pueblo recupere la alegría, abre un abanico de suposiciones que cada uno sabrá interpretar (e imaginar) como le parezca oportuno.

Más cerca en la distancia, el mismo día, presidente de la Nación se presentó en Santa Fe en la 5° Feria del Libro Nacional y Popular junto a Evo Morales, otra víctima del lawfare latinoamericano. Allí habló de la adversidad que supone la derecha y la necesidad de la unidad.

Tal vez, si revisamos los discursos, los contextos y la puesta en escena de ambos actos, el saldo a favor radica en el no ataque interno de una (más allá de las diferencias evidentes) y en el reconocimiento del otro a la violencia que se ha ejercido sobre una figura central de este tiempo.

“Elijo creer” dice la argentinidad al palo cuando, en tiempos de previas mundialistas, busca señales comparativas con el año 1986, para alimentar nuestros sueños futboleros. Déjenme que elija creer: que la sangre no llegará al río, que cierta dirigencia estará a la altura de las circunstancias de evitar otra noche, como la del 22 de noviembre de 2015, para que, en definitiva, cierta violencia no se enseñoree sobre todos nosotros.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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