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Fundamentar - Artículos https://www.fundamentar.com Fri, 19 Apr 2024 17:38:19 -0300 Joomla! - Open Source Content Management es-es Ser o no ser objetos de consumo, esa es la (nueva) cuestión https://www.fundamentar.com/articulos/opinion/item/6611-ser-o-no-ser-objetos-de-consumo-esa-es-la-nueva-cuestion https://www.fundamentar.com/articulos/opinion/item/6611-ser-o-no-ser-objetos-de-consumo-esa-es-la-nueva-cuestion Ser o no ser objetos de consumo, esa es la (nueva) cuestión

"Como nunca antes, el culto al cuerpo se ha constituido en blanco de técnicas y normas que tienden a configurar imágenes idealizadas de salud y belleza."
Enrique Valiente

¿Qué hace que Calvin Klein pase de hacer publicidades con hombres y mujeres extremadamente delgados y hegemónicos a poner una modelo trans, afroamericana y gorda en una calle en pleno Nueva York? ¿Qué es lo que está cambiando? ¿Hay algo que realmente esté cambiando?

A lo largo de la historia los parámetros de belleza fueron mutando. En la Edad Media los cuerpos robustos eran símbolo de belleza, salud y una buena posición social y económica; en la Revolución Industrial los cuerpos delgados se impusieron como estándares debido a que, un cuerpo delgado, era sinónimo de salud y eso, a su vez, significaba un cuerpo listo y perfecto para producir. Llegado el siglo XXI, en pleno capitalismo de consumo y con la proliferación de plataformas de comunicación, fue fácil ligar la idea de la delgadez a lo bello, lo bueno, lo saludable y a que el tipo de cuerpo delgado es el que se consume; el resto de las corporalidades, no son dignas de ser consumidas. No venden. Alineada la concepción corporal con las ideas del capitalismo de consumo y acompañada de la doctrina neoliberal, el cuerpo hegemónico o apto de consumo de la modernidad líquida (1) es un cuerpo que “es capaz de auto modelarse y someterse a las disposiciones de sus propias facultades”.

En el apogeo de la tecnología, las redes sociales, los nuevos medios de comunicación, se fue construyendo un “ideal” de cuerpo que afecta a mujeres y hombres por igual, generando problemas de salud -como la anorexia y la bulimia, por ejemplo- a aquellxs que no encajan en ese ideal. Durante años, generaciones crecieron con programas de televisión como los de Cris Morena -en Argentina y ‘for export’-, donde el mensaje era claro y contundente, no hay pieles oscuras, no hay cuerpos gordos y si los hay, son menospreciados y no hay nada que salga de lo binario.

No son inocentes las ideas y valores que se diseminan respecto a los cuerpos que entran en la norma, porque aquello que es digno de ser deseado o de ser vendido, se moldea a través del consumo: consumo de dietas, consumo de productos de belleza, consumo de productos que le quitan la grasa a las comidas, consumo de gimnasios, consumo de anabólicos; necesitamos consumir mucho para convertirnos en objeto/cuerpo de consumo deseable o ideal: “El mercado impone las ventajas de la apariencia legítima en las relaciones interpersonales, la supremacía del atractivo físico como parámetro de la aceptabilidad social, la exterioridad como medida del valor de cambio de los individuos. Estos valores, que pueden ser resumidos como una «cultura de la delgadez»».

Ahora bien, ¿qué ocurre cuando movimientos como el body positive o el activismo gordx quieren visibilizar otros cuerpos que no cumplen con los estándares de belleza actuales? Aquí ocurren dos cosas muy particulares; la primera es que se dividen las aguas entre lxs que consideran que se fomenta la obesidad, lo insalubre y no es un buen mensaje para lxs más jóvenes; y lxs que cuestionan los parámetros de la belleza, salud y quieren un cambio social y de paradigma respecto a la concepción de los cuerpos de manera integral. El capitalismo, lejos de hacer oídos sordos a este debate, lo toma y lo pone a producir, entonces vemos publicidades con corporalidades diversas -por lo general, con mujeres para mujeres-. Vemos diversidad, pero para que todos los cuerpos consuman; el objetivo está bien a la vista, nadie escapa del consumo ni de la mercantilización.

Asimismo, la segunda particularidad que se da en torno a las personas del movimiento body postive o activistas gordxs, es que no se ve representatividad no hegemónica. Con esto me refiero a que el mensaje -sobre todo con lxs participantes del movimiento body positive– termina cayendo en contradicciones porque difícilmente se encuentran personas gordas que tengan estrías, acné, celulitis, canas, arrugas, etc., o, mejor dicho, que lo muestren; no dejamos de ver -incluso en el mismo movimiento en defensa de corporalidades diversas- hegemonía o cuerpos apto para el consumo. Vemos gordxs hegemónicxs hasta el cansancio.

Filtros de belleza son moneda corriente en las redes sociales, hay que venderse elegantemente en la vidriera digital, tal como lo instan las grandes corporaciones. Insisto, nadie escapa de las lógicas del capitalismo de consumo; ni siquiera aquellxs que pretenden defender o defienden la diversidad corporal. Esto no intenta señalar a unxs y a otrxs, sino, por el contrario, hacer consciente esa “mano invisible” que nos moldea en función de las necesidades de las empresas -o las necesidades del puñado de personas más ricas del mundo- y de todo el sistema económico y político; necesidades del capital que erróneamente percibimos como propias -en términos de Byung-Chul Han– (3) y que nos iguala con una violencia atroz en tanto objetos/cuerpos que consumen y son consumidos; entiéndanse los términos ‘consumen’ y ‘consumidos’ en todas sus significaciones posibles.

Es urgentemente necesario rever y ser conscientes de nuestros consumos. Las identidades están mediadas por el consumo le pese a quien le pese. Aquella pregunta que desveló a filósofos desde tiempos inmemoriales y también a la mayoría de todxs nosotrxs en cualquier crisis existencial a las 3 de la mañana sobre “¿quién soy?”, ya no tiene tanto misterio: somos lo que consumimos.

Si bien es un avance positivo que se muestren y visibilicen otros cuerpos y otras subjetividades/identidades, no alcanza sólo con visibilizarlos y menos, visibilizarlos sólo en fechas especiales para aumentar las ventas de una marca -lo que se conoce como pinkwashing– (4); se requiere un cambio y un compromiso más profundo aún, que implique la integración de esas otredades en la sociedad, que tengan los mismos accesos a salud, trabajo, educación y vivienda digna sin ningún tipo de problema de discriminación por su cuerpo, su identidad, su forma de ser y estar en el mundo; se requiere un cambio cultural, desde las bases. ¿Sirve de algo que Calvin Klein integre una mujer afrodescendiente, trans y gorda en una publicidad?

Si. En muchos aspectos es muy importante que haya sucedido. Ahora, construir una sociedad con paradigmas nuevos, no se logra consumiendo sino cambiando las instituciones, el sistema económico y político desde la matriz y eso, es un trabajo que nos concierne a todxs en tanto que, la realidad, es un constructo social (5). Nos debemos pensar en comunidad, con las otredades; la revolución -o para lxs menos positivos, un cambio-, no será posible mientras sigamos paradxs desde nuestra individualidad, sin saber para qué se nos está usando. La pregunta ya no es ¿por qué?, la pregunta es ¿para qué?

¿Será posible entonces un cambio/revolución cultural y social en el capitalismo de consumo o todo mínimo cambio o ápice revolucionario será devorado por el capitalismo? Es difícil pensar dentro de la crisis, pero siguiendo la línea de Adidas: “Impossible is nothing”.

 

FUENTE: Es De Politólogos

RELEVAMIENTO Y EDICIÓN: Dana Vazquez

 

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hola@fundamentar.com (Gimena Daihana Paolino) Opinión Fri, 06 May 2022 10:40:52 -0300
Dar la cara https://www.fundamentar.com/articulos/opinion/item/6562-dar-la-cara https://www.fundamentar.com/articulos/opinion/item/6562-dar-la-cara Dar la cara

Las redes sociales son un generador constante de intercambios con personas que, la mayoría de las veces, no sabemos quiénes son: no conocemos su voz, sus tonos, sus gestos, etc. Entonces tenemos vía libre para atribuirles todo lo que nuestra fantasía pretenda. En ese punto, se va generando un tipo de violencia consistente en la atribución. Cada uno “decide” sobre el ser del otro y proyecta en él una especie de objeto ideal, que a veces se ama y, otras tantas, se odia. Porque si el odio se dirige al supuesto ser del otro, en las redes eso se exacerba, se ensancha, se agranda, se expande hasta el punto de hacer del otro lo que la fantasía de cada quien dicte.

Las proyecciones se tornan ilimitadas y desbordan hasta el punto de meterse directamente con la carne del otro, se precipitan encarnizamientos desmedidos y crueles. No por nada ya existe hace mucho tiempo un término, una etiqueta para eso: hater. El hecho de que haya un nombre para esa práctica hace que, por un lado, se apacigüe, se domestique y hasta se naturalice (“las redes son así”) y, por el otro, que muchos se sientan afuera de esa etiqueta porque no lo “son” -el odiador siempre es el otro- pero, a la vez, no dejen de destilar su veneno y su odio en las redes.

Bajo la excusa de que las redes no son lugares de debate no habría necesidad de argumentar nada y se puede decir cualquier cosa sobre cualquiera -se supone además que esto es sin consecuencias para el que lo dice, cuestión que no creo-.

En ese punto la diferencia se establece entre decir algo sobre un texto -un tuit, un posteo, una nota- o meterse en lo personal con el otro. Eso mismo fue lo que leyó Martín Kohan en su columna Estado de cosas “¿Me parece a mí o la expresión ‘salir al cruce de’ está siendo reemplazada en los medios por la expresión ‘cruzarlo’? Ya no salir al cruce de lo que alguien dijo, sino cruzar directamente a ese alguien. La acción se estaría ejerciendo directamente sobre la persona y ya no sobre lo que esa persona dijo”. Entre una cosa y la otra, entre el alguien y el algo, se cuelan el veneno, el odio, el resentimiento que muchas veces está generado por las atribuciones de ser que suscitan las fantasías de alguien. Y muchas veces las respuestas o los comentarios no son efecto de una lectura, sino una “reacción” -a las historias de Instagram se “reacciona”- que no deja de ser defensiva. Alguien refracta, se defiende de una nota escribiendo otra en donde muestra que no está debatiendo, sino que se está defendiendo. Esa refracción del texto de alguien muestra cómo, de lo que se trata para el que reacciona, es de una lógica de espejos. No hay ahí interpelación ni interlocución, hay reflejo y ante el reflejo solo cabe refractar (por eso me gusta mucho la función de Zoom “ocultar vista propia”, para no detenerme ni defenderme de mi imagen, cuando no para no fascinarme). Esa lógica especular que solo puede conllevar agresividad y reacción defensiva se ve muy bien en los que reaccionan diciendo “quién te crees que sos” o “quién se cree que es”. Esa reacción no es una pregunta, sino una atribución de ser. Y, en general, no deja de ser violento ahí donde es una reacción a la propia fantasía o suposición que tiene alguien de otro. Al “¿quién te crees que sos?” debería responderse “¿quién crees vos que soy yo?”. Porque entre lo que alguien se cree y lo que el otro cree de ese alguien, median las fantasías y entonces ya no hay concordancia posible -el “se hace el inteligente, se hace el capo” sería, más bien, “se me hace inteligente, se me hace capo”-.

Hasta ahora no he logrado escuchar a nadie que, siendo objeto del odio del otro, no se vea afectado. Porque también circula una especie de moralismo que dicta: “no le des entidad, no existe, bloquealo” o esa puerilidad que reza “a la gilada ni cabida”. Más allá de que se pueda bloquear a alguien violento o silenciar a alguien que nos resulta insoportable, si uno no es un cínico, ser objeto del odio del otro nunca puede no afectarnos. Después, ciertamente, habrá gradaciones del modo en que esto afecta a cada quien. Lo que resulta interesante, en todo caso, es advertir la manera en que alguien supone que sentirse afectado por el odio del otro es “darle entidad” a ese otro. Cuando de lo que se trata, justamente, es de que el otro nos está dando entidad a nosotros, una entidad que vomita, el que odia, sobre su objeto ideal. Pero de algo no hay dudas: ensañarse con alguien, encarnizarse, odiarlo, chicanearlo habla siempre del sujeto que odia y de sus fantasías proyectadas en el objeto odiado y casi nunca de ese alguien a quien se odia. Porque el odio es también fascinación.

La pandemia produjo efectos también en nuestras maneras de leer. No leemos igual que antes, porque la pandemia nos afectó el cuerpo de tal modo que ya nada puede ser significado igual. En ese sentido, creo que la pandemia no fue la causa, pero sí vino a subrayar cuestiones que ya existían, que estaban más o menos presentes, más o menos inminentes. Por eso me gusta volver sobre algunos textos escritos antes de la pandemia y resignificarlos. Durante la pandemia, sobre todo en los inicios, cuando los cuerpos fueron sustraídos del espacio público, las redes sociales cobraron un lugar privilegiado. Nos encerramos ahí. Fueron también un refugio, una compañía para muchos que hicieron la primera cuarentena solos, fueron más que nunca un ágora y también una distracción.

Entonces vuelvo sobre un libro que me gustó mucho: Trolls. S. A., de Mariana Moyano, y vuelvo ahora con la pandemia encima. No se puede leer el libro de Moyano desde ninguna exterioridad, porque no la hay. Después de leerlo nadie podría decir “yo no estoy en las redes” simplemente porque no tenga una cuenta en alguna red social. Mariana Moyano muestra que la trama de las redes, que los hilos que la tejen, surgen de nuestros propios vientres, como el de las arañas: somos las arañas que tejemos esas mismas redes en las que caeremos indefectiblemente. Somos la araña y somos la tela de araña, somos la araña y la mosca que queda ahogada ahí. Eso, lejos de ser pesimismo, nos ubica en un lugar mucho mejor. La clave del libro no es el victimismo. No somos víctimas de las redes, eso sería sencillísimo. En la época en la que todo se lee en clave de víctima y victimario, en la época en la que se arroja a un supuesto exterior la culpa de todos nuestros males, Moyano nos chista y no nos deja hacernos los distraídos. No somos víctimas de las redes, tampoco somos los victimarios de nuestra vida en las redes. La operación de Moyano es sutil: no nos deja decir “no somos nosotros, son las redes” así como tampoco nos deja decir “somos nosotros, no son las redes”. No somos pasivos, no somos simples objetos de la angurria de la red, somos las dos cosas, en una especie de oxímoron: somos objetos activos. El libro es de 2019, pero leído desde la pandemia es más actual que nunca.

También pienso en el hecho de los que se escudan en el anonimato -o en una cuenta cerrada- para destilar venenos, chicanas, resentimientos y violencias. Gente cuya vida está signada por las pasiones tristes. Y pienso que es, más que cobardía, una posición subjetiva que denota el desprecio absoluto por el otro; no por alguien en particular, sino por la presencia del otro en el mundo. Por eso Juan di Loreto dice: “el ser anónimo te mira, te convierte en objeto, pero al quedarse en el anonimato se sustrae a la mirada que uno puede devolverle. Te tira la piedra y sale corriendo”. Esa posición también denota un ímpetu de aniquilamiento; una posición subjetiva hecha de una férrea certeza de sí que pretende repeler, una y otra vez, la alteridad constitutiva, “nuestra más íntima proximidad”.

En ese mismo sentido, David Le Breton dice, hablando del rostro: “El odio conlleva la desfiguración del otro odiado; le niega la dignidad de su rostro”. Emmanuel Levinas ya había trabajado la noción de rostridad y su relación con la ética, la de asumir una posición y la de responder por lo que uno dice y hace. En una línea parecida, Le Breton escribió en Rostros: “el rostro que se ofrece al mundo es un compromiso entre las orientaciones colectivas y la manera personal en que cada actor se acomoda a ellas”. Vuelvo sobre estas lecturas, entonces, con la pandemia encima. Y pienso en cómo, en un momento en que los lazos sociales están más resquebrajados que nunca, se habilitan aún más hostilidades cifradas en no hacernos responsables por los lugares que ocupamos en una escena, por las palabras que pronunciamos. Y pienso en los nuevos sentidos que cobra la expresión dar la cara cuando pienso en las redes sociales, pero también cuando pienso en las cámaras apagadas del zoom -no hablo de los que tienen problemas de conexión o cualquier otro problema-. Y pienso en los nuevos sentidos de la expresión dar la cara, cuando escucho a Le Breton, en una charla durante la pandemia, volviendo sobre lo que él mismo ya había trabajado antes de la pandemia. Y lo escucho decir cómo las mascarillas autorizan a algunos a hacer cosas que no se autorizarían a hacer frente al espejo, que taparse el rostro habilita descortesías, que la pandemia ha roto los lazos de confianza con los otros porque el otro pasó a ser una amenaza. Y también lo escucho decir cómo el individualismo contemporáneo va hacia un puritanismo social en la medida en que se le tiene terror al deseo, al otro. Pienso en los nuevos sentidos de la expresión dar  la cara cuando lo escucho mencionar cómo la desfiguración del rostro, en este momento, induce una desfiguración social. Lejos de pensar en la necia rebeldía de no usar barbijo como si fuera sinónimo de libertad, de lo que se trata es de que, aun teniendo que usarlo, podamos pensar algo en clave de resistencia. Y Le Breton, como otros, está tratando de hacerlo.

A partir de escuchar y de leer a Le Breton pienso otra vez en la frase “dar la cara”, no en el hecho, sino en la frase. Y entonces subrayo especialmente el verbo dar: dar la cara implica un don. Por eso no escucho esa frase solamente en el sentido de la cobardía patética -aquellos que no dan la cara- ni en el sentido de los que no tienen vergüenza y la ponen demasiado -cararrota-, sino en este otro sentido: en el de poner algo de sí en juego, en el de poner algo de sí en el juego. También en el sentido de poner a circular un don que constituya algo que nos requiere cierto costo, cierto riesgo, asumir cierta posición, ciertos efectos sobre el otro pero, sobre todo, sobre nosotros mismos. Porque, como dice Le Breton, nuestro rostro es lo que nos permite ser nombrados y singularizados. El rostro, dice contundentemente, es el lugar de la ética, del reconocimiento del otro; el rostro es la posibilidad de ponerle freno a la agresividad. Será por eso que los que se dedican a insultar y a ser hostiles en las redes sociales, sobre todo desde el anonimato, serían incapaces de hacerlo en nuestras caras.

FUENTE: elDiarioAR

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hola@fundamentar.com (Alexandra Kohan) Opinión Wed, 13 Oct 2021 11:09:23 -0300
Tenemos que hablar del impacto de las fakes news en las democracias latinoamericanas https://www.fundamentar.com/articulos/opinion/item/6459-tenemos-que-hablar-del-impacto-de-las-fakes-news-en-las-democracias-latinoamericanas https://www.fundamentar.com/articulos/opinion/item/6459-tenemos-que-hablar-del-impacto-de-las-fakes-news-en-las-democracias-latinoamericanas Tenemos que hablar del impacto de las fakes news en las democracias latinoamericanas

En el último tiempo, la constante desinformación terminó siendo funcional al uso indebido de herramientas jurídicas para la persecución política de dirigentes de la región.

El uso de las nuevas tecnologías y las redes sociales en las últimas décadas fueron tomando cada vez más protagonismo y contribuyendo en un mundo cada vez más globalizado. En América Latina se observa cómo en los últimos años estas deterioran el orden democrático cuando sirven como vía de difusión de fake news, utilizadas luego en procesos judiciales que impactan de manera contundente en los sistemas políticos de la región.

El caso del expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) es un claro ejemplo de lo que es ser víctima de las fake news y de la judicialización de la política en la región. Recientemente recuperó sus derechos políticos debido a la anulación de las condenas por la causa Lava Jato, proceso en el que el propio Lula reconoció ser “víctima de la mayor mentira jurídica contada en 500 años de historia”. Las fake news son mucho más que noticias falsas. Son socias indiscutidas del lawfare, que es el uso indebido de herramientas jurídicas para la persecución política del adversario.

No sólo los medios de comunicación son reproductores de información falsa, sino que a partir del impacto de las redes sociales son los mismos ciudadanos y ciudadanas quienes viralizan, comparten y van construyendo supuestas realidades a partir de una mentira.

Según un estudio de la compañía global de ciberseguridad Kaspersky y la consultora CORPA, alrededor de un tercio de las y los latinoamericanos utiliza solamente las redes sociales para informarse a diario y sólo un 17% lo hace a través de los sitios de medios de comunicación tradicionales. Los países que usan en mayor medida las redes sociales para informarse son: México (35%), Brasil (33%) y Chile (32%). Luego siguen Perú (31%), Argentina (28%) y Colombia (26%). 

En el 2018 un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) reveló que las fake news –término que popularizó el expresidente Donald Trump para criticar a los medios de comunicación opositores en Estados Unidos-  tienen un 70% más de posibilidades de ser reenviadas y viralizadas que las veraces y son distribuidas más rápidamente y con mayor impacto que las noticias verdaderas. El uso de las noticias falsas tiene el objetivo de manipular a la opinión pública o perjudicar a una persona con intereses políticos y/o económicos. Según los especialistas, y teniendo en cuenta que en estos tiempos hay mayor sensibilidad social, el contenido falso apela a las emociones más inmediatas de las personas, confirmando una convicción, o un prejuicio, que ya existe en ellas.

Alrededor del 70% de las y los latinoamericanos no sabe detectar las noticias falsas y tampoco está seguro de reconocerlas en Internet. Quienes en mayor medida no logran identificarlas son las y los peruanos, con 79%, las y los colombianos (73%), y las y los chilenos (70%). En Argentina y México el 66% no puede discriminar entre una noticia falsa y una verdadera, y en Brasil, el 62% está en la misma situación, según la publicación que dio a conocer en febrero del año pasado Kaspersky y CORPA.

Otro dato para destacar es que el 2% de las y los latinoamericanos cree que las fake news son sólo un juego y no perjudican a nadie, aunque la gran mayoría piensa todo lo contrario. Un 72% afirma incluso que se viralizan porque alguien busca dañar o conseguir algo a cambio. No obstante, el 46% de los encuestados pone en duda -de vez en cuando- o simplemente no cuestionan lo que lee en la web.

Según el Observatorio de Infodemics COVID-19 de la Fundación Bruno Kessler, debido a la pandemia, América Latina es la región del mundo más afectada por la cantidad de noticias falsas sobre el coronavirus. Sin dudas, esto aumenta la desconfianza en las instituciones y debilita el cumplimiento de las medidas para enfrentar a la enfermedad. Podemos decir que también los partidos opositores a los gobiernos de turno, aprovechan y fogonean la “infodemia”.

De 83 países bajo estudio, los 15 en los que la fiabilidad de las informaciones sobre la enfermedad difundidas a través de medios digitales es más baja se encuentran en la región, donde el 59% de lo que allí se publica puede ser considerado “confiable”. En países como Perú y Venezuela la proporción de noticias confiables es del 25%, es decir que sólo uno de cada cuatro tuits responde a criterios de validación, corroboración de evidencia o con origen en una fuente rigurosa y confiable.

Recientemente el papa Francisco, en su mensaje por la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, valoró la contribución de Internet, a través de la cual se permite multiplicar la capacidad de compartir historias con “información de primera mano y oportuna”, sin embargo, alertó sobre los riesgos de la comunicación social sin controles, especialmente en tiempo de pandemia.

Cada vez son más los espacios e iniciativas dedicados a hacer frente a este fenómeno: la Unesco y Chequeado crearon recientemente PortalCheck, un sitio que recopila una serie de herramientas para poder verificar datos y combatir la desinformación frente al COVID-19 exclusivamente en América Latina.

En este sentido, Google también anunció el lanzamiento de DigiMente, un programa con el objetivo de capacitar a niños, niñas y adolescentes sobre la desinformación, ética de la información, pensamiento crítico, reflexión e interpretación de las noticias. Más de la mitad de los estudiantes tampoco sabe cómo detectar noticias falsas. Este proyecto piloto comenzará en la Argentina, Colombia y México, y pretende luego convertirse en una plataforma de educación en línea.

Las fake news en los procesos electorales
La libertad de expresión es un derecho fundamental reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos (Artículo 19), la Declaración Americana sobre los Derechos y Deberes del Hombre y la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Resolución 104 adoptada por la Conferencia General de la UNESCO, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, así como en otros instrumentos internacionales y constituciones nacionales.

En año pasado, el Relator Especial de las Naciones Unidas (ONU) para la Libertad de Opinión y de Expresión, el Representante para la Libertad de los Medios de Comunicación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y el Relator Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) realizaron una declaración conjunta sobre libertad de expresión y elecciones en la era digital, donde realizan recomendaciones a los Estados y actores no estatales.

En la misma reconocen la importancia para la democracia de un entorno de medios dinámico, con un debate público sólido al que la audiencia tenga acceso a un abanico diverso de información e ideas; así como el rol de los medios de comunicación durante los procesos electorales para brindar a los candidatos y partidos acceso equitativo al público, una plataforma para el debate político e información imparcial y precisa sobre cuestiones vinculadas con los comicios.

A raíz de la evolución de los medios de comunicación, el avance de la era digital y la aparición de las redes sociales, se abre el espectro de oportunidades para que los votantes accedan a información, expresen opiniones, y tengan la oportunidad de interactuar directamente con candidatos y partidos. Sin embargo, han surgido nuevos desafíos en materia de libertad de expresión, visibilizando la necesidad de adaptar los marcos normativos vigentes con el fin de supervisar de manera transparente y responsable los contenidos virtuales.

Las investigaciones existentes muestran evidencia contradictoria y mientras algunas señalan que no existen efectos significativos, otras han encontrado que la desinformación tiene un efecto en la determinación de la agenda informativa, que se amplifica en los medios la existencia de la desinformación e incluso puede estar conectada con la erosión de la confianza en las instituciones democráticas.


Cómo afectaron las fake news los procesos electorales en nuestra región

Ecuador

El pasado 7 de febrero se realizaron elecciones en Ecuador y en los últimos días de la campaña se multiplicaron las noticias falsas.

La colombiana Semana aseguró que el correísmo, ahora agrupado en el espacio Unión por la Esperanza (UNES), habría recibido 80 mil dólares de la guerrilla colombiana Ejército de Liberación Nacional (ELN) para financiar su campaña electoral. Según la nota, el recientemente abatido líder de la guerrilla, Andrés Vanegas -alias "Uriel"-, habría mantenido conversaciones con el expresidente Rafael Correa, según datos extraídos de equipos informáticos del líder guerrillero.

Tanto Correa como el candidato a Presidente, Andrés Arauz, y el ELN salieron a desmentir tal información, manifestando que nunca tuvieron conversaciones entre sí.

La Fiscal General del Estado de Ecuador solicitó a su par de Colombia el informe completo sobre los hallazgos de los investigadores en las computadoras de Vanegas.

A nueve días de las elecciones, el consejero Luis Verdesoto ingresó una denuncia al Tribunal Contencioso Electoral (TCE) por la supuesta entrega de dádivas a los votantes, a través de la entrega de pruebas de COVID-19 gratuitas en las sedes de la alianza UNES en la ciudad fronteriza de Tulcán y en Quito. La denuncia fue archivada el día posterior a los comicios por no presentar los fundamentos de su acusación con detalles específicos sobre los daños que ha causado la entrega de dádivas, sin pruebas ni documentos que respaldaran esta denuncia.

También en los primeros días de febrero, se replicó otra noticia falsa sobre la presunta vacunación del candidato Arauz en su viaje a la Argentina, donde tuvo reuniones con el presidente Alberto Fernández y su vice, la expresidenta Cristina Fernández, a principios de diciembre. Lo cierto es que las vacunas llegaron a nuestro país recién a fines de ese mes y la vacunación comenzó el 29 de diciembre.

Asimismo, desde Argentina se publicó información relacionada a un video falso que circuló en redes sociales sobre la supuesta entrega de 250 dólares a los votantes antes de las elecciones en Ecuador. En un video de poco más de 30 segundos, que se comprobó luego su falsedad, se ven imágenes del candidato y una voz que decía a la población que podían pasar por las sedes partidarias en todo el país para retirar 250 dólares a cuenta de un subsidio que les prometió a todas las familias si llegaba a ganar la presidencia.

Estos ejemplos son una muestra más de que uno de los principales fines de las fake news es perjudicar a los candidatos durante los procesos electorales, llevando este fenómeno a que sean los mismos candidatos los que deban pensar en desarrollar plataformas o generar mecanismos para desmentir y comprobar el contenido de esas noticias falsas, como lo hizo Arauz a través de su plataforma web recientemente.

Este año, a principios de febrero, la Cámara Nacional Electoral (CNE) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentaron la campaña digital #YoMeInformo, buscando hacer frente a la desinformación en redes sociales y/o medios digitales, fortaleciendo el proceso electoral y democrático en Ecuador, y generando conciencia en la ciudadanía. Durante el proceso electoral ecuatoriano han salido a desmentir varios contenidos circulados en redes sociales.

Bolivia
En octubre del año pasado, el mismo día de las elecciones en Bolivia, según el portal Bolivia Verifica la primera imagen falsa que circuló con supuestos resultados de la votación en Japón donde se atribuía la victoria a Luis Fernando Camacho (Creemos). Anotaron más de 2.000 votos a favor de ese partido cuando en todo el país había sólo 196 inscriptos. Claramente una fake news.

Los candidatos también fueron blanco de desinformaciones: se publicaron fotos manipuladas de Luis Arce (Movimiento Al Socialismo) y Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) en las que supuestamente muestran sus votos.

Hubo más desinformaciones sobre Mesa, ya que a la mañana del mismo día de la elección se difundió la imagen de portada de un diario de La Paz en la que se modificó el titular y decía, falsamente, que Mesa había renunciado a su candidatura.

Brasil
Para las elecciones municipales 2020 en Brasil, el Tribunal Superior Electoral (TSE) realizó una alianza con Twitter y Tik Tok, más nueve servicios de verificación de noticias, a fin de combatir la supuesta "desinformación" durante los comicios municipales y la acción de "milicias digitales". También firmó un convenio con Google para brindar contenido confiable e información oficial sobre las elecciones.

La Corte Suprema de Brasil investiga presuntas campañas de desinformación y difamación en las presidenciales de 2018 a través de mensajes masivos por Whatsapp, supuestamente financiadas por empresarios favorables a Jair Bolsonaro, quien terminó imponiéndose en las urnas.

Las fake news o noticias falsas no fueron un caso aislado, sino que fueron protagonistas de la campaña electoral. El equipo de Bolsonaro ha sido acusado formalmente de emplear noticias falsas contra el candidato del PT, Fernando Haddad. La mayoría de las noticias falsas eran difundidas por Whatsapp, consumidas y compartidas por el 66% de los electores.

Varios observadores han criticado la lentitud y la tibieza con la que ha actuado el TSE, que el 15 de octubre determinó la retirada de 50 posteos de Facebook con informaciones no verídicas contra el candidato Haddad y su vice, Manuela D'Ávila. Pocos días antes, la Corte, responsable del correcto desarrollo del proceso electoral, lanzó una página web para ofrecer aclaraciones a los votantes brasileños sobre informaciones falsas que circularon en las redes sociales.

Chile
A principios de enero de este año el periodista venezolano y activista de ultraderecha Casto Ocando elaboró un pormenorizado reportaje -“Las cuentas secretas de la política chilena”- en el que daba a conocer la existencia de cuentas bancarias en paraísos fiscales de 12 políticos chilenos, entre las que se destacaban las del candidato presidencial del Partido por la Democracia (PPD), Heraldo Muñoz, más las del candidato presidencial de Renovación Nacional, Mario Desbordes.

A principios de febrero se republica en otro medio, acompañado de una extensa campaña de viralización por redes, a través de cuentas ligadas a activistas del Partido Republicano y cercanos a la Unión Demócrata Independiente (UDI).

Ambos desmienten de manera categórica las afirmaciones y las califican de fake news. Desbordes autorizó al Ministerio Público a levantar su secreto bancario para despejar cualquier duda, en una denuncia penal por los delitos de falsificación de instrumento privado y usurpación de nombre. En el caso de Muñoz, se ofició a los bancos en cuestión, los que le confirmaron que las cuentas eran falsas, además de elevar una denuncia en Estados Unidos ante la Federal Trade Commission.


Regulación de las fake news


La falta de legislación y el intento de regulación de las noticias falsas causa polémica y contradicciones.

En Nicaragua, el año pasado el Parlamento aprobó una ley contra los ciberdelitos con penas de hasta diez años de prisión, entre los que se encontraban -con penas de dos a cinco años- aquellas personas que "difundan información falsa" que produzcan "temor, zozobra o alarma en la población", perjudiquen el honor, prestigio y dignidad de otras y pongan en peligro el orden público o la "seguridad soberana". Esta normativa fue criticada por sectores de la oposición, la prensa independiente y organizaciones defensoras de derechos humanos, argumentando que limita la libertad de expresión y amenaza el ejercicio del periodismo.

En un estudio desarrollado por un conjunto de organizaciones de la sociedad civil ligadas a los derechos humanos en el entorno digital se plantea que las noticias falsas se encuentran amparadas por la libertad de expresión (salvo casos excepcionales). En la declaración conjunta de Viena de 2017, los cuatro relatores para la libertad de expresión (ONU, OEA, OSCE y la Comisión Africana CADHP) indicaron que la prohibición de difundir información basada en conceptos imprecisos y ambiguos como el de noticias falsas es incompatible con los estándares internacionales sobre libertad de expresión.

Además, plantea la necesidad de que la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión – CIDH establezca una definición clara de fake news y bots.

En nuestro país la Cámara Nacional Electoral (CNE) propuso en 2018 un “registro de cuentas de redes sociales y sitios web oficiales de los candidatos, agrupaciones políticas y máximas autoridades partidarias, para publicarlas en el portal del organismo, y la obligatoriedad para los partidos de adjuntar en sus informes de campaña el material audiovisual que vayan a utilizar en Internet y redes sociales. Además, de auditar las campañas digitales desarrolladas por las agencias publicitarias y consultoras”, y realizó una auditoría sobre el comportamiento de cuentas automatizadas (bots), ataques (trolls) y difusión de información falsa (fake news) durante las semanas de campaña electoral, algo que también fue realizado durante las elecciones legislativas de 2017.

Si de algo estamos seguros es que sin dudas las noticias falsas en la región (y en el mundo), y sobre todo en los procesos electorales, socaba la democracia. El gran escollo para sortear la desinformación y las fake news tiene que ver con el empoderamiento ciudadano. Y en los procesos electorales las noticias falsas dañan principalmente a la ciudadanía -además de a los candidatos y a las instituciones- porque no se le está dando la posibilidad de elegir en libertad a la hora de inventar noticias falsas sobre determinado candidato de determinada fuerza política o incluso de algún órgano electoral, que cada vez es más frecuente en la región.

Las noticias falsas y la judicialización de la política son parte, muchas veces, del mismo entramado. Las fake news y el lawfare son las dos caras de la misma moneda, que se empoderan mutuamente y socavan el derecho de las ciudadanos y ciudadanas a elegir con libertad.

(*) Directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América latina y el Caribe (COPPPAL). Doctoranda en Ciencia Política (UNSAM), Profesora de Relaciones Internacionales (USAL).

FUENTE: Cenital

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hola@fundamentar.com (Dolores Gandulfo (*)) Opinión Fri, 23 Apr 2021 17:10:46 -0300