Miércoles, 06 Junio 2012 00:17

Presidenciales en Egipto: ¿Qué Quedó de la Revolución?

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elecciones_pres_egiptoLas elecciones presidenciales en Egipto dejaron en evidencia los límites de los movimientos sociales sin dirección política y, a la vez, mostraron la capacidad de algunos cuadros políticos del régimen de Mubarak de reinventarse y permanecer en el centro de la escena

 

Las elecciones presidenciales en Egipto dejaron en evidencia los límites de los movimientos sociales sin dirección política y, a la vez, mostraron la capacidad de algunos cuadros políticos del régimen de Mubarak de reinventarse y permanecer en el centro de la escena

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elecciones_pres_egiptoEl proceso de revueltas que, a principios del año pasado, dio fin a más de 30 años de gobierno autoritario bajo el mando de Hosni Mubarak, posibilitó que, días atrás, el pueblo egipcio pudiera participar en las primeras elecciones presidenciales "libres". Este es un hecho de gran importancia para la futura construcción de un Egipto democrático... aunque no exento de desafíos y condicionamientos.

De los 13 candidatos que se presentaron a los comicios, ninguno pudo obtener la mayoría necesaria de sufragios para consagrarse como ganador, por lo que las dos figuras más votadas del espectro político egipcio –Mohamed Mursi y Ahmed Shafiq– se enfrentarán en una segunda vuelta, a mediados de mes. De acuerdo a la Comisión Suprema Electoral de Egipto, el conteo final situó primero a Mursi, con 25% de los votos, seguido de Shafiq, quien alcanzó el 23,3% y en tercer lugar, Hamdiem Sabahi con el 21%. En cuarto y quinto lugar quedaron relegados, el islamista Abul Futuh y el ex secretario general de la Liga Árabe, Amro Musa respectivamente. Además, se señaló que la participación de la ciudadanía se situó en el 46,6% del padrón. Dentro de estos números, los más sorprendentes vinieron de la mano del candidato nacionalista, Sabahi, a quien las encuestas mostraban muy atrás en la intención de voto y sin embargo logró posicionarse en el tercer puesto, pasando a jugar un rol relevante en las definiciones de junio.

Otro de los elementos que llamaron la atención de los analistas fue el serio revés que supusieron los resultados electorales para los Hermanos Musulmanes, los cuales lograron cerca del 37% de los sufragios en las últimas elecciones parlamentarias, aunque no así en esta primera vuelta presidencial. En un primer momento se señaló como principal fundamento de la victoria electoral de la agrupación islamista el hecho de haber trabajado durante años en brindar asistencia social a los sectores sociales más postergados por el régimen de Mubarak, bajo condiciones de represión y proscripción, cuestión que les valió la ventaja de ser los que mejor preparados estaban para afrontar el reto de las primeras elecciones de la era post Mubarak. Ahora bien, la merma de votos presente puede deberse al temor de los sectores liberales y de las minorías religiosas (los cristianos coptos representan entre el 10 al 12 por ciento de la población) en ver una creciente influencia del Islam político, no sólo ya en el Parlamento sino también en la Presidencia, hecho que pudo haber desalentado el apoyo electoral.

De Cara al Ballotage ¿Quién es Quién?

Considerando la importancia de la definición de las presidenciales en un país estratégico para Medio Oriente como lo es Egipto, se vuelve relevante conocer brevemente el perfil de ambos aspirantes. Por un lado, se encuentra Mohamed Mursi, un ingeniero de 60 años y candidato del partido Libertad y Justicia –rama política de los Hermanos Musulmanes– quien obtuvo la mayor cantidad de votos en la primera vuelta. Se lo vincula con la facción más conservadora de la agrupación musulmana y fue miembro del Parlamento nacional entre 2000 y 2005, posibilidad que le surgió producto de un tibio aperturismo del régimen. En el año 2004, impulsó la fundación del heterogéneo movimiento opositor Kefaya (Basta) –uno de los precursores de la oposición organizada al gobierno de Mubarak– y en 2006 fue encarcelado siete meses por brindar su apoyo a jueces opositores. Con Mubarak fuera del poder y abierto un nuevo escenario político, pasó a presidir el partido por el cual hoy disputa la presidencia.

Por el otro, Shafiq, un militar retirado de 70 años, alcanzó el rango de Ministro de la Aviación civil en 2002 y fue nombrado Primer Ministro de Mubarak el 29 de enero de 2011, días después de que estallaran las protestas. Una vez en el poder, el Consejo Supremo de las FFAA lo reemplazó por miembros del gobierno de transición. Es conocido por ser un defensor del libre mercado y de las "bondades" del régimen caído. En varias oportunidades dejó entrever la idea de que cuenta "con el placet de la Junta Militar que preside un 'buen amigo', el mariscal Mohamed Hussein Tantaui". Se presentó a las elecciones como un candidato "independiente" aunque no se hizo ningún intento por disimular sus vínculos con el régimen.

Sea quien sea el próximo mandatario del país norafricano, el nuevo 'rais' llegará al poder con grandes desafíos internos por resolver, desde la problemática redacción de una nueva Constitución, hasta tener que solventar una grave crisis económico-social y lograr un nivel de gobernabilidad aceptable frente un Parlamento controlado por facciones islamistas. Además, tendrá que convivir con el establishment de las FFAA, el cual al detentar grandes cuotas de poder político y económico no aceptará ceder fácilmente sus privilegios a una administración plenamente civil, tras 60 años de participación directa en el poder político. Asimismo, los retos externos también estarán presentes, especialmente si el gobierno entrante responde al sector religioso predominante, ya que se volvería un elemento inquietante particularmente para el vecino Israel quien teme verse sin una aliado fundamental en el tablero geoestratégico de Medio Oriente.

Una "Revolución Que No Llega a las Urnas"

Llama la atención que la gran mayoría de los candidatos pertenecieran o bien a a facciones islámicas, o sean ex miembros del régimen de Mubarak, sin que se vislumbrasen claros representantes de los manifestantes y disidentes del régimen que se movilizaron y dieron origen a la "primavera" egipcia.

Lo que en un principio fue uno de los rasgos más sobresalientes del proceso revolucionario –esto es, el hecho de que fuera un fenómeno espontáneo carente de liderazgo definido– terminó en cierto modo jugando en desmedro de la propia evolución política de este disímil conjunto de actores aglomerado bajo consignas de oposición al régimen. Como permite ver Ibrahim Awad, "éste fue un movimiento horizontal con participación de grupos diversos llevados por una juventud de clase media y media-alta. Otra característica significativa resultante de la primera es que los revolucionarios de enero y febrero no buscaron hacerse con el poder como fruto de su sublevación. Su movimiento sacudió fuertemente el régimen y lo despojó de toda legitimidad, pero dejó a otros, a los militares, que se deshicieran de su cúpula y que así cosecharan el ejercicio del poder".

En este sentido, los manifestantes no sólo no pudieron forjar una propuesta electoral en común sino que tampoco pudieron optar por un postulante en común, lo que limitó en gran medida la posibilidad de que aquellos reclamos por mayor libertad política y mejor calidad de vida pudieran materializarse a través de una plataforma propia, sin resabios del régimen o presencia de elementos islámicos. Esto puede explicarse principalmente por la gran debilidad de un grupo que cuenta con una conformación de base heterogénea y en los cuales no surgieron unidades orgánicas ni líderes con proyección nacionales. Las opciones que en última instancia manejaron dichos grupos opositores se dividieron entre un llamado a boicot de las elecciones o brindar apoyo a Sabahi o a Abul Futuh, lo que se reflejó en una fragmentación de votos y por ende en una pérdida de influencia en las decisión de las urnas, al menos en lo que respecta a la primera vuelta.

Días después de los comicios –y pensando en la segunda vuelta– algunos representantes del "Movimiento 6 de Abril" –uno de los que impulsaron la revolución– pidieron un compromiso formal antes de decidir si apoyaran o no, a Mursi en el ballotage. Como parte del compromiso solicitaron el nombramiento de un vicepresidente civil o cercano a los revolucionarios, la conformación de un gobierno de coalición, una asamblea constituyente representativa, nuevos juicios a los responsables de las muertes de los manifestantes y una mayor atención a las necesidades de los coptos. No se mostraron de igual forma en referencia a Shafiq, con quien no entablarán diálogo, según declararon, ya que "sus manos están manchadas de sangre", en clara alusión a su vinculación con la represión desatada por el gobierno depuesto. Vale mencionar que conocida su candidatura al ballotage, su sede de campaña sufrió severos ataques.

En este contexto, dos hechos puntales se destacan de la coyuntura, los cuales son necesarios considerar para poder entender el complejo escenario político egipcio. Por un lado, la reciente sentencia a cadena perpetua de Hosni Mubarak, y la absolución de los seis antiguos jefes de las fuerzas de seguridad, acusados de asesinar a 800 personas durante las protestas en la plaza Tahrir. Las absoluciones generaron la indignación del pueblo, el cual volvió a protestar en las calles. Por otro lado, se subraya la medida adoptada por el Consejo Supremo de las FFAA el 31 de mayo, en donde se levantó el estado de emergencia impuesto en Egipto en 1981, según informó la agencia oficial Mena. Esta ley de excepción se adoptó después del asesinato del entonces presidente Anuar al-Sadat. Desde entonces, el estado de emergencia había sido prorrogado ininterrumpidamente por el gobierno y fue la herramienta principal utilizada por el régimen para reprimir la protesta social.

A semanas de distancia de la segunda vuelta electoral, quedan a la espera de una decisión democrática el destino político de Egipto y de toda una región.

 

(*) Investigadora de la Fundación para la Integración Federal

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