Domingo, 31 Julio 2022 11:35

El Frente con (casi) Todos (adentro)

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Era el tiempo del cambio, el tiempo de la estampida.
El tiempo de la salida, el tiempo de esta canción.
Era el tiempo de ver el tiempo de otra manera.

Jorge Drexler

Para el Frente de Todos, el futuro ya llegó. Si es todo un palo como cantaban los repartidores de buñuelos de ricota, allá por finales de los 80’, será una situación que conoceremos en el mediano plazo. Podría pensarse, de acuerdo al desarrollo de los acontecimientos de los últimos meses, que la llegada de Sergio Massa como flamante ministro de Economía, se habría dado casi naturalmente, pero hay una historia construida atrás. Aquí y ahora, lo real es que el oficialismo ha dado inicio a una reconfiguración de su armado político y la última semana de julio fue pródiga en novedades que merecen ser revisadas. Pasen y vean.

Se llega al fin de semana con la sensación (y sólo eso) de que lo peor, en materia de corrida cambiara, ha pasado. Burdamente, algún medio vinculó a esa mejora con un supuesto “efecto Massa” que habría propiciado la tranquilidad de mercados y actores de la economía, lo cual sólo puede ser definido como humo comunicacional. Son tres los factores que trajeron algo de alivio económico – financiero a esta comarca:

1) El viaje a Washington de la ex ministra Silvina Batakis. Se reunió, entre otros, con Kristalina Georgieva, directora en jefe del Fondo Monetario Internacional y David Lipton, a cargo del Tesoro de los EE.UU. Si bien no se produjeron declaraciones festivas ni mucho menos, la liberación de algún crédito que se encontraba trabado se tradujo como una señal de indisimulable apoyo.

2) El dólar diferenciado para el campo. Si bien resulta prematuro analizar el éxito de su implementación, la medida sirvió para despejar el horizonte de una devaluación, que, inexorablemente, produciría un automático aumento de precios en el mercado interno con la consiguiente transferencia de ingresos que eso supone. Más allá de los cuestionamientos y el rechazo de los grandes jugadores de la producción primaria (Grobocopatel y sucedáneos), “el campo” no se reduce a la realidad excluyente de esos protagonistas, existiendo un buen número de productores que no pueden guardar su cosecha en el largo plazo ya que en algún momento deben reiniciar el ciclo productivo de lo que derivará en la siembra de la llamada cosecha fina durante el segundo semestre del año.

3) Colocación de deuda en el mercado interno. La expectativa inicial radicaba en la duda de saber si el gobierno podría renovar los vencimientos de bonos de esta semana. La aprobación fue con creces: al final del día miércoles, el Estado argentino se hizo de unos $150 mil millones extras en la colocación de esos instrumentos.

Esos tres factores, que se sucedieron en los tres primeros días de la semana, quedaron opacados cuando en esa misma jornada a la tardecita se daba como un hecho el arribo del ex intendente de Tigre como flamante “superministro”. Paradójicamente, los rumores se sucedían cuando la corrida había empezado a ceder, y mientras la ministra venía en pleno vuelo desde la capital estadounidense. Alguien habrá hecho notar el detalle al protagonista del día, ya que a la noche trató de despegarse del tema con una serie de twits, comentando que nadie le había hecho ningún ofrecimiento y que recién tenía previsto reunirse con el presidente de la Nación durante el fin de semana.

Como sucede en el ajetreado fútbol argentino, cuando se confirma un técnico para echarlo a la semana siguiente, los anuncios producidos exactamente 24 horas después, aceleraron un conjunto de decisiones que marca un nuevo tiempo para el oficialismo. ¿Relanzamiento? ¿Renovación? Eso queda en el gusto de quien le preste atención al proceso, pero de esa serie de movimientos algunas circunstancias merecen señalarse.

La primera es que ese recambio de figuras ministeriales y de secretarios de Estado se hizo de la peor manera al interior del espacio y de cara a la sociedad. Al ya nombrado caso de Batakis, se debe agregar a Julián Domínguez quien unos días antes había negado un dólar diferenciado para el campo; a Daniel Scioli que fue “importado” desde la embajada en Brasil para que asumiera como ministro de Desarrollo Productivo, para luego “exportarlo” a su mismo lugar de origen; y al propio presidente del Banco Nación que se enteró en pleno acto oficial de la entidad crediticia que además de ser eyectado del cargo, tenía reemplazante.

Pueden ser muchas las explicaciones que justifiquen las salidas. En el caso de la ex ministra de Economía, podrá argumentarse que no tenía una espalda política que le permita sostener las dificultades que se avecinan en el país y, de alguna manera, todo quedará supeditado al éxito de la gestión massista, pero también debe decirse que hay una sociedad mirando el devenir de una gestión que, además de no encontrarle el “agujero al mate” en algunas áreas, genera altas dosis de incertidumbre política en la cotidianeidad de cada día.

La segunda circunstancia que debe señalarse es el nivel de fluidez que alcanzó el diálogo entre las tres patas de la mesa que conduce el Frente de Todos. Lo que hace apenas dos meses parecía una utopía, por estas horas se reconstruyó de manera notoria, teniendo en Sergio Massa al dirigente que fue articulando un diálogo que, en algún momento, estuvo roto.

Mientras el cristinismo ha optado por un prudente silencio público, a la vez que mantiene el conjunto de áreas de gestión (con la excepción del renunciante Domínguez), la totalidad de gobernadores peronistas han saludado (y en algunos casos pre anunciado) la llegada del actual presidente de la Cámara de Diputados al Palacio de Hacienda. Fue tan fuerte la apuesta por el cambio que, Omar Perotti, un hombre que jamás se muestra con apoyos visibles a terceros en escenarios de crisis, se adelantó a varios vía redes, saludando la llegada de un funcionario a un cargo del que aún no se sabía muy bien cual sería. Por su parte, mientras el sindicalismo de la CTA mira con cierto recelo las buenas nuevas, los gordos y no tan gordos de la CGT saludaron efusivamente el arribo de Massa.

Más allá de los ejercicios imaginativos de aquello que podamos suponer que ha actuado como factor definitivamente articulador (habrá que ver si también resulta homogeneizador), ha sido el abismo económico al que se enfrenta el país, en materia de corrida cambiaria, devaluación e inflación, y, a partir de esto, lo que se traduciría en una segura derrota electoral en 2023, lo que justifica y explica muchas acciones de los últimos días de julio. Y esto en un enfoque si se quiere, optimista, ya que de acuerdo a lo visto en las últimas semanas, la oposición cambiemista por momentos parecía desear un escenario de deterioro tal que justificara, por ejemplo, el adelantamiento de las elecciones.

En resumidas cuentas, la forma en que se desarrollaron los acontecimientos, las necesidades de los protagonistas y la manera en que se ha estructurado la gestión conducida por Alberto Fernández, da por seguro que a esta altura de las circunstancias la tríada que conduce el Frente de Todos, tiene su suerte atada de manera común a lo que suceda en la gestión.

El reparto horizontal del poder que se produjo al interior de los ministerios, con estructuras integradas por las distintas vertientes que abrevan en el oficialismo, actuó en muchas ocasiones como una circunstancia que ralentizaba la toma de decisiones en un sentido o en otro. La designación de un superministro que no es economista, más allá del nombre propio, y que ha llevado a varios a revisar la historia reciente (y no tanto) de personajes que revistan ambas características, supone la posibilidad de un ordenamiento vertical que en un proceso de crisis resulta mucho más ejecutivo en la acción política.

Y en relación con esto último quedan, de alguna manera, dos hipótesis, si se quieren, binarias. En la primera de ellas, imaginando que Massa reencauza ciertas expectativas sociales, se aleja definitivamente de un escenario devaluatorio y reduce progresivamente la inflación, ¿deberíamos pensar que vamos hacia una unidad reconfigurada que tenga en cuenta los distintos bloques de poder oficialistas, o nos dirigimos hacia un modelo que deje de lado el esquema de coalición que, a no dudarlo, no ha funcionado de la mejor manera? Todo esto con un detalle no menor: ese último formato, se parece mucho más a la historia de relacionamiento político que ha sabido construir el peronismo.

En la segunda de las hipótesis, donde al oficialismo le va mal, podría afirmarse que no habría un solo padre de la derrota, y, coincidente con los tiempos sociales novedosos que vivimos, podríamos hablar de paternidades múltiples. La pregunta que dejamos aquí para la tarea del hogar y que, como dice un querido compañero, nadie se plantea públicamente hoy, es si eso supone la jubilación política de algunos y algunas protagonistas de la época. Chárlelo con la almohada querido lector, estimada lectora.

“Era el tiempo del cambio y de ver el tiempo de otra manera…” canta el uruguayo Jorge Drexler. Algo de eso parecen haber entendido algunos protagonistas en el Frente de Todos. El desafío es enorme y las expectativas, a no dudarlo, tienen proa a 2023. Casi todos saludaron la novedad porque, en definitiva, se trata de evitar los tiempos de una estampida. Que así sea.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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