Domingo, 10 Diciembre 2023 14:59

¿Quién ganó?

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¿Quién ganó? REUTERS | Agustin Marcarian

Y ahora tiro yo porque me toca,
en este tiempo de plumaje blanco.
Un mudo con tu voz, y un ciego como yo,
vencedores vencidos…

“Vencedores Vencidos” - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

Cuando usted, querido lector, estimada lectora, lea esto, Javier Milei se habrá convertido en el presidente de todos los argentinos, algo verdaderamente impensado poco menos de un año atrás, cuando comenzábamos a desandar este 2023 electoral. Varios de los muchísimos misterios que sobrevuelan su asunción se habrán develado, a partir de un discurso que tendrá la enorme simbología de leerse de espalda al Congreso de la Nación y de cara al pueblo que lo ha votado. Como un supuesto capricho del destino, en el mismísimo instante en que se celebren los 40 años de una ininterrumpida democracia argentina, asumirá el poder alguien que se ha transformado en una referencia para aquellos que, vaya paradoja, pretenden limitarla.

La primera semana de diciembre dejó varias novedades instrumentales para el tiempo institucional que viene y algunas certezas del posibilismo libertario, esas que ya nos anuncian quienes ganaron en el corto plazo de estas tres semanas. Recorrido de coyuntura y también un bonus track que mira un poco más allá en esto de los triunfos que determinan las urnas. Pasen y vean. Sean todos bienvenidos.

Sabido es que el candidato Milei ganó espesura política a partir de una serie de promesas que supieron sacudir el tablero nacional. En el formato de outsider disruptivo, anunció el cierre del Banco Central, la dolarización y una libertad de comercio que según él, garantiza el desarrollo humano. Junto con eso, nos dijo a todos los argentinos que el ajuste que era inevitablemente necesario no lo haría el conjunto social, sino la “casta”, sector al que siempre referenció con generalidades que tenían una terminalidad innegable en la dirigencia política y en sus formas de relacionamiento con el poder económico.

Más allá de ese infantilismo conceptual que anunciaba que el 15% de reducción del gasto sólo lo pagarían los sectores ya nombrados, rápidamente, de la mano de su crecimiento exponencial y de la invariable certeza del Teorema de Baglini que afirma que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es directamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder, comenzamos a descubrir que existían dos Milei: el que había ganado visibilidad pública desde un grupo de medios a los cuales les resultaba funcional su discurso altisonante, que supo calar en un sector de la sociedad y el que empezó a proponer una serie de medidas que imponen la idea de etapas. Así conocimos el planteo de las reformas de primera y segunda generación como método de transformación política, pero fundamentalmente como respuesta a las críticas que reflejaban la imposibilidad de las mismas en el contexto socioeconómico argento.

Pero si prestamos atención, descubriremos que hay un tercer Milei, ese que juega a la Oca de la política, avanzando y retrocediendo, con sectores que hasta ayer nomás denostaba. Como un buen líder que se precie, ha dejado de lado muchas de sus supuestas convicciones y ha puesto proa a ganar en gobernabilidad política a partir de su evidente debilidad estructural. Todo ello dejando en evidencia que, a partir de las carencias libertarias de origen, la casta está más consolidada que nunca:

·         Los nombramientos del funcionariado, los de primera y segunda línea, reflejan la presencia de personajes que han trajinado sin cansancio ni agotamiento alguno, cuanto experimento político se haya construido en el país. En la foto de este bello domingo de diciembre, el llenado de los casilleros de gestión muestran una gama variopinta de nuevos funcionarios que, en casos varios, no tienen mucha referencia entre sí.

·         Los medios de comunicación de la corpo, que aparecen fascinados por el fenómeno Milei en cuanto proyecto de disciplinamiento social y seguramente a la luz pública celebrarán el rumor semanal de eliminación de la pauta oficial por un año (recordemos que casi nadie, en los tiempos de internet y redes, maneja un medio de comunicación para hacer plata), sabrán referenciar negocios de otra índole que potencie sus diversificadas redes de enriquecimiento.

·         Algo parecido le puede suceder al gran empresariado nacional (aquí los PyMES no cuentan para nada) que entiende perfectamente los límites de no tener un mercado interno vigoroso, pero en paralelo, se encuentra seducido de manera irreductible por la posibilidad de aplicar una serie de reformas que dejen un piso de conveniencia de cara al futuro que les permita manejar el juego a sus anchas. Para un empresario local que se precie, nada mejor que la fantasía de contar con un ejército industrial de reserva que le facilite imponer condiciones. Así de duro, así de históricamente real.

En resumen, si hablamos de ganadores y perdedores que vayan más allá del conteo de votos, del lado de los primeros también deberíamos incluir a parte de un establishment financiero timbero del que Luis Caputo y Santiago Bausili, son más que dignos representantes. El primero como inminente ministro de Economía y el segundo (su socio en la consultora que integraban) como futuro presidente del Banco Central, no hace más que confirmar dos cuestiones: que Milei no tenía un plan articulado y coherente y que, a la vez, enfrenta un muy serio desafío a partir de apoyarse en economistas que hasta hace minutos denostaba no sólo en su formación profesional, sino en su eticidad.

El flamante presidente tiene mucho de incógnita en el tipo de liderazgo que representa. Sí puede afirmarse que no ha dudado en poner en práctica cierto pragmatismo para no quedar condicionado de antemano. Por ideas y visión del mundo, Mauricio Macri podrá representar sus mismos intereses, lo cual lo habría convertido en un socio ideal que, por otras varias razones llevó a no pocos analistas a sentenciar que el actual candidato bostero habría sido el gran ganador oculto del 19 de noviembre. Pero Milei ha entendido rápidamente que era necesario evitar, más temprano que tarde, el abrazo de oso macrista. Por ello los acuerdos individuales con Patricia Bullrich y por ello el desasosiego de no pocos laderos del hijo de Franco que ya se imaginaban volviendo a lugares que la sociedad les ha denegado desde el año 2019.

Hoy, Milei asume desde una condición de debilidad institucional evidente. Pero eso no lo convierte, inexorablemente, en un presidente definitivamente débil. La afirmación que parece contradictoria en sí misma, se apalanca en lo que hay del otro lado: un sistema político fuertemente atomizado.

Juntos por el Cambio es un espacio irreconocible a lo que expresaba hace apenas cuatro años. La Coalición Cívica tiene la misma visibilidad que su retirada lideresa; el radicalismo se debate en una de sus eternas internas que tienen el marco nada desdeñable de contar con poco menos que una decena de gobernadores propios, y en el PRO si es que la díada fuera válida, ya no sólo habrá que hablar de halcones y palomas sino de unos cuantos pájaros que volaron del nido buscando su propio e individual rédito.

En el peronismo las cosas parecen predispuestas de otra manera. Sin la carnicería que algunos imaginaban y deseaban pos derrota, con el riesgo latente de una atomización, ya que también cuenta con nueve gobernadores que deberán construir una relación con una administración que en principio los detesta, la semana política que concluyó dio una muestra de madurez cuando logró un acuerdo que mantiene la unidad del bloque de diputados bajo la conducción de Germán Martínez.

Si eso podrá mantenerse en los meses por venir es algo que nadie sabe a ciencia cierta, y que requerirá de mucho más que de la capacidad del rosarino, ya que queda a la vista que el peronismo se debe un serio debate puertas adentro por lo sucedido, pero fundamentalmente por lo que viene. Como en un esquema de planificación estratégica, para saber hacia dónde vas, primero deberías conocer quién sos efectivamente y desde dónde venís.

Algunas preguntas de rigor para este tiempo: ¿a quién representa el peronismo? Si las centrales de trabajadores interpelan al mundo del trabajo formalizado, con convenios colectivos y paritarias que se desarrollaron discutiendo palmo a palmo la evolución inflacionaria; si los movimientos sociales representan a los sectores más desposeídos como una forma de intermediación y que, pese al cuestionamiento social que reciben en la presente coyuntura, de una forma semejante a la de los partidos políticos, sirven de canales de representación que, vaya casualidad, reconducen un malestar que en otras circunstancias ha derivado en estallido, ¿quién se hace dueño del diálogo con aquellos sectores informales de la economía, que anidan en el cuentapropismo y que en unos pocos casos por elección y en muchos otros por no quedarles otra posibilidad, quedan al costado del camino de ciertos derechos y garantías que, erróneamente, algunos creen ver como privilegios?

En tiempos de replanteos casi todas las preguntas son válidas. Si esto es así, vale intentar decodificar qué representó para el peronismo el triunfo de 2019. En un país que había mutado, la referencia de volver a la década ganada pareció un error autodestructivo. Como en el peronismo ochentoso, que reivindicaba los logros del 45’ en una sociedad que ya no existía, en los últimos cuatro años se convivió con la certeza y necesidad de volver al período 2003 – 2015. Pero vaya casualidad (y perdón por el sinceramiento), los tiempos eran otros. La idea de “unidad en la diversidad” sintetizaba asertivamente el momento. Pero no fueron pocos los que adolecieron de la generosidad suficiente para ponerlo en práctica y preguntarse para qué se había ganado.

La democracia argentina cumple los cuarenta y pareciera quedar atravesada por una crisis etaria que alguno podría pensar que le agarró el viejazo. A partir de la atomización de Juntos por el Cambio (hay que reconocer que para cierta institucionalidad, su emergencia como espacio de representación de la derecha, era una buena noticia), los riesgos que enfrenta el peronismo a partir del fracaso de la experiencia frentetodista y las incógnitas que acarrea la llegada de Milei al poder, implican que ya no sólo asistiremos a una reconfiguración del poder político como hemos venido anunciando desde esta columna, sino que es probable que comencemos a atravesar un tiempo donde las certezas de una vida en una comunidad democrática como la conocimos hasta aquí, comiencen a ser relativizadas. Desde la matrix mediática y política pero también en nuestro día a día convivencial más pequeño.

“Ahora tiro yo porque me toca”, parece cantar y celebrar el mundo libertario. En su odio intrínseco, al feminismo, a los putos, a los trabajadores del Estado, a los que soñamos una sociedad más justa, muy lejos del “hombre que se hace a sí mismo” y mucho más cerca de una vida comunitaria de hermanos y semejantes, en no pocos ciudadanos y ciudadanas, parece prevalecer la idea de vencedores definitivos. Habrá que prestar atención en cuánto tiempo se convierten en vencidos. Ya que los ganadores reales serán otros…

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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