Domingo, 28 Diciembre 2025 13:34

Lo no dicho, lo olvidado y las tareas Destacado

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Martín Menem, Patricia Bullrich y Diego Santilli Martín Menem, Patricia Bullrich y Diego Santilli

Perdón si estoy de nuevo acá.
Pensé que habías preguntado por mí.
Me gusta estar de nuevo acá,
aunque no hayas preguntado por mí,
voy a quedarme un poco acá,
cuidarte siempre a vos en la derrota.
Hasta el final, el final.

“El Tesoro” - El mató a un policía motorizado.

La Libertad Avanza cierra el 2025 con una victoria legislativa. Su impericia política y la atomización partidaria convirtieron a la aprobación del presupuesto 2026 en un hecho que, en otros tiempos, con o sin mayorías, los oficialismos conseguían como un simple trámite. Un “triunfo clave” se apuran en titular en esta veraniega mañana de domingo un conjunto de comunicadores y analistas siempre funcionales al libertarismo, como para ir dando sustancia a algo que, en la Argentina que vivimos, siempre se transmite como una expresión de deseos, antes que como una hoja de ruta de la gestión. 

Lo acontecido en la noche del viernes 26 en el Senado de la Nación, que aprobó en general y en particular el proyecto de presupuesto para el año próximo, en una mano el botón de votación y en la otra el pan dulce navideño, es una muestra más de lo que viene sucediendo en la institucionalidad político legislativa del país:

  • El oficialismo tuvo que aceptar que la Cámara de Diputados le cercenara el ya famoso capítulo XI, dejando de lado la ridícula idea presidencial de vetar su propio presupuesto.

  • LLA llegó a la votación a última hora sin estar del todo segura de lo que podía suceder en el recinto.

  • Mientras algunos se tientan con la ilusión de un oficialismo contando con los dos tercios de los escaños, el caso demostró lo que viene sucediendo desde hace un par de años en la Argentina: no hay paquetes cerrados para la aprobación de las leyes.

Decimos todo lo anterior dado que hay mucho de sobredimensionamiento en la mirada sobre la aprobación del presupuesto, a través de un dispositivo político comunicacional que muestra al oficialismo con una fortaleza que, efectivamente, no tiene, lo cual se demuestra en las dificultades que el mundillo violeta tuvo en este 2025 que se termina, para lograr la aprobación de leyes que resultaban de su interés. 

Pero más allá de todo lo anterior y mirando el largo plazo, hay un éxito indudable en la consolidación del proyecto libertario. El de Milei es un gobierno salpicado de hechos de corrupción que llegan hasta el mismísimo presidente si tenemos en cuenta que en la semana supimos que Javier Milei tenía un documento de confidencialidad con Hayden Davis, protagonista del caso $Libra. 

A todo ello se suma la ya “vieja” novedad de José Luis Espert con vinculaciones con el mundo narco, de tener una diputada (senadora electa) con una causa por tenencia de un kilo y medio de cocaína en los Estados Unidos hace un par de décadas atrás y de la corrupción descubierta en la Administración Nacional de la Discapacidad con parte del sistema de salud comprometido en una malversación de proporciones. 

Desde los días posteriores a su elección como presidente de la Nación, cuando decidió hospedarse, sin cargo alguno, en un hotel que resulta propiedad de Eduardo Elsztain, hombre muy funcional a los intereses libertarios, es que uno se pregunta dónde están los republicanos que habíamos sabido conseguir. ¿Dónde quedaron los herederos de Ricardo Moner Sanz, hombre que no le negaba una denuncia judicial a cualquier acto de gestión que se preciara? ¿Qué ha quedado de la potencia mediática de una tal Lilita Carrió y sus discípulos para denunciar ante los medios amigos, todo aquello que, impúdicamente, muestra el libertarismo? ¿Será que desde el edificio sito en calle Colombia al 4300 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ordenaron el silencio, o será que el fenómeno del “denuncismo serial” aplica en los casos de la gobernanza peruca? Quién lo sabe, aunque lo más seguro es que tal vez no deberíamos pensar en ambas situaciones como excluyentes.

Uno se auto indaga dónde quedó el ya famoso “queremos preguntar” de años atrás y dónde el pedido por aquellos formatos tradicionales (totalmente oxidados) que exigían la presencia en estudios de funcionarios que dieran cuenta del día a día ante el periodista (supuestamente) formado. Hay, en ese silencio libertario, cierta herencia directa con un cristinismo que había hecho del diálogo con los propios y de la ausencia del mismo con los extraños una especie de regla de oro de la gestión.

Hay que asumirlo. La sociedad ha cambiado y los proyectos que se engarzan en ella, también. Ya no sirve pensar el mundo de la política (y de los medios que tributan a su alrededor) con esas claves. Lo aceptemos o no, lo tengamos en claro por donde ir o no, los formatos de interpelación ya no son los que eran. Y no nos referimos a la aparición en escena de modelos comunicacionales como el streaming, que, a los fines de estas líneas, sólo deberían ser pensados como una herramienta y no mucho más que eso.

Vaya una pregunta al estilo de la prevalencia novedosa del huevo o la gallina: ¿si el proyecto político que conduce Milei intenta moldearnos de cara a las próximas décadas (cuestión de dudoso logro), en qué medida nosotros no hemos moldeado a la emergencia del presidente? Y no hablamos exclusivamente de las responsabilidades del macrismo primero y del peronismo después en la emergencia de un disfuncional psiquiátrico como líder político, sino también en sociedades (el caso argentino no es excluyente) que ya han perdido la capacidad de asombro ante la impudicia de apalear jubilados una vez a la semana, negar ayuda monetaria a enfermos oncológicos o que la máxima representación del poder institucional se burle de niños con cierta discapacidad.

Es cierto que en las elecciones de un par de meses atrás, el 60% del electorado argento le dio la espalda al libertarismo, pero tan real como ello es que el 40% que sí lo acompañó sirvió para regalarle un triunfo que le da oxígeno político. Ni tanto ni tan poco. 

Hay, en esa Argentina del 40%, una ponderación si se quiere histórica en el ADN nacional que refiere a la idea de la efectividad. Nunca deberíamos olvidar que tres décadas atrás, con un 15% de desocupación, Carlos Menem era reelegido para cuatro años más en el cargo conduciendo una administración que a esas alturas se conocía por su corrupción estructural. 

Para los argentinos que votaron a favor del proyecto libertario el 26 de octubre, Milei es un presidente efectivo: la baja de inflación es evidente, el dólar resulta accesible, el esquema de compra en cuotas es real y los viajes al exterior están al alcance de los sectores medios que no han resultado empobrecidos.

Para ese sector, aún no alcanzado por ciertas desventuras (perder el empleo, encarecimiento de la vida, pago de gastos corrientes en tarjeta en cuotas) poco importa ponerse a analizar que el superávit es una ficción, que al igual que la Convertibilidad el dólar barato se sostiene con un fenomenal endeudamiento, que la invasión de productos chinos afecta de manera definitiva a la industria nacional y que la miseria del que está al lado, por extraño designio de la vida en comunidad “a mí, no me va a tocar”. Existe allí una inquebrantable convicción por el aquí y ahora, pariente lejano pero pariente al fin de aquel “no sé lo que quiero, pero lo quiero ya” del inolvidable Luca Prodan.

Sabrán perdonar los lectores la auto referencia, pero por esas cosas de la vida, un psiquiatra alguna vez supo explicarme que la demencia senil es una enfermedad que se parece a una escalera hacia la baja, donde uno se estabiliza, baja, se estabiliza y baja y así de manera sostenida, nunca mejora y se termina apagando. De a ratos, puede decirse que buena parte de la sociedad argentina (¿el 60% talvez?) convive con esa desventura, la de ir achicándose cotidianamente.

Y allí radica parte del desafío para los 365 días que vienen. Intentar transitar la escalera en un sentido inverso; asumir que los “Jaldos y Jalil” de la vida son parte de un esquema que, aunque nos duela, pertenecen al mismo espacio que decimos reivindicar; que la creación de las nuevas canciones resultan imperiosas porque nadie vive de las virtudes de lo logrado diez años atrás y que tal vez sea hora de correrse un poco de aquella máxima que supo transformar Juan Perón en una verdad potente cuando le preguntaron qué haría para volver al poder. Con su inteligencia de siempre supo decir “Nada. Todo lo harán mis enemigos”. Da la sensación que los tiempos han cambiado lo suficiente para visualizar que nuestros enemigos tienen herramientas más potentes que las de mitad del siglo XX. Y ante eso, habrá que inventar cómo reponerse.

Este 2025 se termina. Editor y analista se tomarán unos días de descanso, las cuales nos da placer imaginar como merecidos. Como anticipa el epígrafe, nos gusta estar de nuevo acá, aunque no hayan preguntado por nosotros. Querido lector, estimada lectora, vaya un abrazo reconfortante en tiempos tan difíciles. Nos encontraremos de nuevo por acá en un par de semanas más y, seguramente, en las calles. Esas que nos constituyen.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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