Viernes, 29 Enero 2016 11:54

La Traqueteada Nueva Normalidad de China

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El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz

En la China de hoy, como en los Estados Unidos de hace 35 años, hay un debate acerca de cuáles medidas, si las medidas en el lado de la oferta o aquellas en el lado de la demanda, son las que cuentan con una mayor probabilidad para restaurar el crecimiento.

El desplazamiento de China desde un modelo de crecimiento impulsado por las exportaciones hacia uno basado en el consumo de los hogares ha sido mucho más traqueteado de lo que algunos predijeron, con fluctuaciones bursátiles y volatilidad en el tipo de cambio que incitan temores acerca de la estabilidad económica del país. No obstante, según parámetros históricos, la economía de China aún se desempeña bien – el crecimiento anual del PIB está cerca del 7%, algunos dirían que se desempeña muy bien – pero el éxito en la escala que China experimentó durante las últimas tres décadas hace que se engendren expectativas elevadas.

Hay una lección básica: “los mercados con características chinas” son tan volátiles y difíciles de controlar como lo son los mercados con características estadounidenses. Invariablemente, los mercados adquieren vida propia; no se les puede impartir órdenes fácilmente. En la medida que los mercados puedan ser controlados, dicho control se logra al establecer reglas de juego en forma transparente.

Todos los mercados necesitan reglas y regulaciones. Las reglas buenas pueden ayudar a estabilizar a los mercados. Las reglas mal diseñadas, independientemente de cuán bien intencionadas sean, pueden tener el efecto contrario.

Por ejemplo, desde la crisis del mercado de valores en Estados Unidos en el año 1987, se ha reconocido la importancia de contar con interruptores de circuito; no obstante, si el diseño de los mismos no es adecuado, dichas reformas pueden aumentar la volatilidad. Si se tienen dos niveles de interruptores de circuito – un para suspender operaciones bursátiles a corto plazo y otro para suspenderlas a largo plazo – y dichos niveles se establecen temporalmente uno muy cerca del otro, una vez que se active el primer interruptor, los participantes en el mercado al darse cuenta que es probable que se active también el segundo, podrían salir en estampida del mercado.
Por otra parte, lo que ocurre en los mercados puede acoplarse sólo en términos muy holgados con lo que ocurre con la economía real.

La reciente Gran Recesión ilustra esto. Mientras que el mercado de valores de Estados Unidos ha tenido una recuperación robusta, la economía real se ha mantenido de capa caída. Pero incluso así, la volatilidad del mercado de valores y del tipo de cambio pueden tener efectos reales. La incertidumbre puede conducir a que se consuma e invierta menos (esta es la razón por la cual los gobiernos deben aspirar a tener reglas que refuercen la estabilidad).

Lo que es más importante, sin embargo, son las reglas que rigen la economía real. En la China de hoy, como en los Estados Unidos de hace 35 años, hay un debate acerca de cuáles medidas, si las medidas en el lado de la oferta o aquellas en el lado de la demanda, son las que cuentan con una mayor probabilidad para restaurar el crecimiento. La experiencia de Estados Unidos y muchos otros casos proporcionan algunas respuestas.

Para empezar, las medidas en el lado de la oferta se pueden llevar a cabo de mejor manera cuando hay pleno empleo. En ausencia de una demanda que sea considerada suficiente, la mejora de la eficacia en el lado de la oferta sólo conduce a una mayor subutilización de los recursos. No se aumenta la producción al desplazar la mano de obra desde usos en actividades de baja productividad hacia el desempleo, cuya productividad es cero. Hoy en día, la deficiente demanda agregada a nivel mundial exige que los gobiernos tomen medidas para impulsar el gasto.

Para empezar, dicho gasto se puede poner al servicio de muchos usos buenos. Hoy en día, las necesidades de China que son muy importantes incluyen la reducción de la desigualdad, la moderación de la degradación ambiental, la creación de ciudades habitables, y las inversiones en salud pública, educación, infraestructura y tecnología. Las autoridades también tienen que fortalecer la capacidad regulatoria para garantizar la seguridad de los alimentos, edificios, medicamentos y mucho más. Los beneficios sociales provenientes de este tipo de inversiones exceden enormemente los costos de capital.

El error que cometió China en el pasado ha sido confiar demasiado en la financiación de la deuda. No obstante, China también tiene un amplio margen para aumentar su base fiscal de manera que se aumente la eficacia y/o el capital de manera generalizada. Los impuestos ambientales podrían conducir a una mejor calidad del aire y del agua, incluso mientras se generen ingresos sustanciales; los impuestos a la congestión mejorarían la calidad de vida en las ciudades; los impuestos a la propiedad y a las ganancias de capital alentarían una mayor inversión en actividades productivas, promoviendo el crecimiento. En resumen, si se diseñan correctamente, las medidas para el logro de un presupuesto equilibrado – como por ejemplo aumentar los impuestos en tándem con los gastos – podrían proporcionar un gran estímulo para la economía.

Tampoco debe China caer en la trampa de hacer hincapié en medidas retrógradas en el lado de la oferta. En EE.UU., se desperdiciaron recursos cuando se construyeron viviendas de mala calidad en el medio del desierto de Nevada. No obstante, la primera prioridad no es derribar aquellas viviendas (en un esfuerzo por consolidar el mercado de la vivienda); es garantizar que los recursos se asignen de manera eficiente en el futuro.

En efecto, el principio básico que se enseña en las primeras semanas de cualquier curso elemental de economía es olvidar el pasado – no llorar sobre la leche derramada. El acero de bajo costo (suministrado a precios por debajo del costo promedio de producción a largo plazo, pero a un costo igual o superior al costo marginal) puede ser una ventaja para otras industrias.

Hubiese sido un error, por ejemplo, destruir el exceso de capacidad de Estados Unidos en el rubro de fibra óptica, industria en la que las empresas estadounidenses ganaron muchísimo en la década de 1990. El valor de “opción” asociado con posibles usos futuros siempre debe ser contrastado con el costo mínimo de mantenimiento.

El desafío que enfrenta China mientras encara el problema de exceso de capacidad es que aquellos trabajadores que en el caso contrario perderían sus puestos de trabajo van a necesitar algún tipo de apoyo; las empresas presentarán sus argumentos a favor de un rescate robusto para minimizar sus pérdidas. Sin embargo, si el gobierno acompaña medidas en el lado de la demanda que sean eficaces con políticas relativas al mercado de trabajo que sean activas, al menos el problema del empleo podría abordarse de manera eficaz y se podrían diseñar políticas óptimas – o por lo menos razonables – para la restructuración económica.

También se tiene el problema deflacionario macroeconómico. El exceso de capacidad nutre a la presión a la baja de los precios, causando externalidades negativas que afectan a las empresas endeudadas, las cuales experimentan un aumento de su apalancamiento real (ajustado por la inflación). Sin embargo, un abordaje que supera a aquel de la consolidación en el lado de la oferta es una expansión agresiva en el lado de la demanda, que contrarrestaría las presiones deflacionarias.

Los principios económicos y factores políticos son, por lo tanto, bien conocidos. Sin embargo, demasiado a menudo el debate sobre la economía de China se ha visto dominado por propuestas ingenuas para llevar a cabo reformas en el lado de la oferta – junto con críticas a las medidas dirigidas al lado de la demanda que fueron adoptadas tras la crisis financiera mundial del 2008. Dichas medidas estaban lejos de ser perfectas; se las tuvo que formular sobre la marcha dentro de un contexto de una emergencia inesperada. No obstante, tomarlas fue mucho más beneficioso que hacer nada.

Esto ocurre debido a que usar recursos en formas subóptimas es siempre mejor que no usarlos en lo absoluto; en ausencia del estímulo posterior al año 2008, China hubiese sufrido un desempleo sustancial. Si las autoridades adoptan reformas en el lado de la demanda que estén mejor diseñadas, tendrán un ámbito acción más amplio para reformas integrales en el lado de la oferta. Por otra parte, se disminuirá marcadamente la magnitud de algunas de las reformas necesarias en el lado de la oferta, precisamente porque las medidas en el lado de la demanda van a reducir el exceso de oferta.

Este no es sólo un debate académico entre economistas occidentales tanto keynesianos como aquellos del lado de la oferta que ahora se despliega en el otro lado del mundo. El abordaje en cuanto a sus políticas que China adopte influirá fuertemente el desempeño y las perspectivas económicas en todo el mundo.

 

(*) Premio Nobel de Economía y profesor de la Universidad de la Universidad de Columbia, fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente Bill Clinton y se desempeñó como vicepresidente senior y economista jefe del Banco Mundial.

FUENTE: Project Syndicate

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