Viernes, 13 Enero 2012 18:06

El Pronóstico Sombrío para la Economía Global 2012

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optimismo-contra-la-crisisProbablemente alcancen los dedos de una sola mano para contar el número de economistas que vaticinan un 2012 con perspectivas optimistas sobre la economía mundial. Sin embargo hay pronósticos y pronósticos. Aquí dos de los más importantes economistas del momento aportan su visión sobre el año que se inicia

 

Probablemente alcancen los dedos de una sola mano para contar el número de economistas que vaticinan un 2012 con perspectivas optimistas sobre la economía mundial. Sin embargo hay pronósticos y pronósticos. Aquí dos de los más importantes economistas del momento aportan su visión sobre el año que se inicia

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optimismo-contra-la-crisisLos Peligros de 2012

Joseph E. Stiglitz

Catedrático en la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía, y autor de Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy [Caída libre: el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial].

 

El año 2011 será recordado como la época en que muchos estadounidenses que siempre habían sido optimistas comenzaron a renunciar a la esperanza. El presidente John F. Kennedy dijo una vez que la marea alta eleva todos los botes. Pero ahora, con la marea en baja, los estadounidenses no sólo comienzan a ver que quienes tienen mástiles más altos han sido elevados mucho más, sino que muchos de los botes más pequeños han sido destrozados a su paso.

En ese breve momento en que la marea creciente estaba, efectivamente, subiendo, millones de personas creyeron que tenían buenas probabilidades de alcanzar el «sueño americano». Ahora también esos sueños están desapareciendo. En 2011, los ahorros de quienes habían perdido sus empleos en 2008 o 2009 ya se habían gastado. El seguro de desempleo se ha terminado. Los titulares que anunciaban nuevas contrataciones –aún insuficientes para incorporar a quienes habitualmente se suman a la fuerza laboral– significaban poco para quienes rondan los cincuenta años y albergan pocas ilusiones de volver a tener un empleo.

De hecho, las personas de mediana edad que pensaron que estarían desempleadas por unos pocos meses, se han dado cuenta a esta altura de que, en realidad, fueron jubiladas a la fuerza. Los jóvenes graduados universitarios con decenas de miles de dólares de deuda en créditos educativos no pueden encontrar ningún empleo. Muchas personas se mudaron a las casas de sus amigos y miembros de una misma familia se han convertido en sin techo. Las casas compradas durante la burbuja inmobiliaria aún están en el mercado, o han sido vendidas con pérdidas. Más de 7 millones de familias estadounidenses han perdido sus hogares.

El oscuro punto vulnerable de la burbuja financiera de las décadas anteriores también ha quedado completamente expuesto en Europa. Los titubeos por Grecia y la devoción de los gobiernos nacionales clave por la austeridad comenzaron a implicar una pesada carga el año pasado. Italia se contagió. El desempleo español, que se había mantenido cerca del 20% desde el comienzo de la recesión, trepó aún más. Lo impensable –el fin del euro– comenzó a verse como una posibilidad real.

Este año parece encaminado a ser aún peor. Es posible, por supuesto, que Estados Unidos solucione sus problemas políticos y adopte finalmente las medidas de estímulo que necesita para reducir el desempleo al seis o siete por ciento (el nivel previo a la crisis de cuatro o cinco por ciento es demasiado pedir). Pero esto es tan poco probable como que Europa se dé cuenta de que la austeridad por sí misma no resolverá sus problemas. Por el contrario, la austeridad solo exacerbará la desaceleración económica. Sin crecimiento, la crisis de la deuda –y la crisis del euro– solo empeorarán. Y la larga crisis que comenzó con el colapso de la burbuja inmobiliaria en 2007 y la recesión que la siguió, continuarán.

Además, es posible que los países con los mercados emergentes más importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasileño ya se ha detenido y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.

Mientras tanto, los problemas de largo plazo –incluido el cambio climático y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo– continúan allí. Algunos incluso han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.

La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudaría a resolver los de corto plazo. Una mayor inversión para adaptar la economía al calentamiento global ayudaría estimular la actividad económica, el crecimiento y la creación de empleo. Impuestos más progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simultáneamente reducirían la desigualdad y aumentarían el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos más elevados a los ricos podrían generar ingresos para financiar la necesaria inversión pública, y proporcionar cierta protección social para los que menos tienen, incluidos los desempleados.

Incluso sin ampliar el déficit fiscal, esos aumentos de «presupuesto equilibrado» en los impuestos y el gasto reducirían el desempleo y aumentarían el producto. Lo que preocupa, sin embargo, es que la política y la ideología en ambos lados del Atlántico, pero especialmente en EE. UU., no permitirá que nada de esto ocurra. La fijación en el déficit inducirá recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracción hacia la economía de oferta, a pesar de toda la evidencia su contra (especialmente en períodos de alto desempleo), evitará que se aumenten los impuestos a quienes más tienen.

Incluso antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder económico –de hecho, una corrección de una anomalía con 200 años de historia, en la que la participación asiática del PBI global cayó desde cerca del 50% a, en cierto punto, menos del 10%. El compromiso pragmático con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, que, impulsadas por una combinación de ideología e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.

Como resultado, la reestructuración económica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dará lugar a tensiones políticas. Con todos los problemas que enfrenta la economía global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los próximos doce meses.

Fuente: The Project Syndicate

 

Las Dificultades de Estados Unidos

Nouriel Roubini

Presidente de Roubini Global Economics (www.roubini.com) y Profesor de la Escuela de Negocios Stern, NYU.

 

Los indicadores macroeconómicos de Estados Unidos han sido mejores de lo esperado en los últimos meses. La creación de empleo se ha acelerado. Los indicadores de los sectores de manufactura y servicios han mejorado de forma moderada. Incluso la industria de la vivienda ha mostrado algunas señales de vida. Y el crecimiento del consumo ha sido relativamente resistente.

Sin embargo, a pesar de los datos favorables, el crecimiento económico de EE.UU. seguirá débil y estando por debajo de la tendencia a lo largo de 2012. ¿Por qué no son creíbles las buenas noticias económicas recientes?

En primer lugar, los consumidores estadounidenses siguen sufriendo problemas de ingresos y estando limitados por las deudas. La renta disponible ha crecido modestamente -a pesar de un estancamiento de los salarios reales- principalmente como resultado de los recortes de impuestos y las transferencias. Esto no es sostenible: tarde o temprano será necesario reducir los pagos de transferencias y elevar los impuestos para reducir el déficit fiscal. Los datos recientes de consumo ya se están debilitando en relación con un par de meses atrás, marcados por unas ventas navideñas minoristas apenas pasables.

Al mismo tiempo, el crecimiento del empleo en EE.UU. sigue siendo demasiado mediocre como para hacer mella en la tasa de desempleo general y en las rentas del trabajo. Estados Unidos necesita crear al menos 150.000 empleos por mes de manera constante solo para estabilizar la tasa de desempleo. Más del 40% de los desempleados lo son ahora de larga duración, lo que reduce sus posibilidades de alguna vez recuperar un trabajo decente. De hecho, las empresas todavía están tratando de encontrar maneras de reducir los costes laborales.

El aumento de la desigualdad de los ingresos también limitará el crecimiento del consumo, a medida que las proporciones del ingreso pasen desde quienes muestran una mayor propensión marginal a gastar (trabajadores y los menos ricos) a los que tienen una mayor propensión marginal a ahorrar (empresas corporativas y hogares ricos).

Por otra parte, se acabará el rebote reciente en el gasto de inversión (y vivienda), con sombrías perspectivas para el año 2012, a medida que caduquen los beneficios fiscales, las empresas esperen los llamados "riesgos de cola" (sucesos de alto impacto y baja probabilidad), y la insuficiencia de la demanda final mantenga bajos los índices de utilización de la capacidad. Y la mayor parte de los gastos de capital seguirá destinándose a tecnologías que ahorran mano de obra, lo que implica una vez más una limitada creación de empleos.

Al mismo tiempo, incluso tras seis años de recesión en el ámbito de la vivienda, el sector está en estado de coma. La demanda de nuevas viviendas ha caído en un 80% en relación con su máximo y es probable que el ajuste de precios a la baja continúe en el 2012 mientras la oferta de viviendas nuevas y existentes siga excediendo la demanda. Hasta el 40% de los hogares con una hipoteca -20 millones- podría terminar con un valor patrimonial negativo en sus viviendas. De este modo, es probable que continúe el círculo vicioso de las ejecuciones hipotecarias y la baja de precios, y, con tantos hogares severamente limitados por la falta de crédito, la confianza del consumidor, si bien experimentará una cierta mejora, seguirá siendo débil.

Dado el crecimiento anémico de la demanda interna, la única oportunidad de que Estados Unidos se acerque a su tasa de crecimiento potencial sería reducir su gran déficit comercial. Sin embargo, las exportaciones netas serán un lastre para el crecimiento en 2012, por varias razones:

El dólar tendría que debilitarse aún más, lo cual es improbable debido a que muchos bancos centrales han seguido a la Reserva Federal en implementar "flexibilización cuantitativa" adicional, con la probabilidad de que el euro se mantenga bajo presión a la baja y China y otros países de mercados emergentes sigan interviniendo agresivamente para impedir que sus monedas suban demasiado rápido.

El menor crecimiento de muchas economías avanzadas, China y otros mercados emergentes significará una menor demanda de exportaciones de EE.UU.

Es probable que los precios del petróleo se mantengan elevados, teniendo en cuenta los riesgos geopolíticos en Oriente Próximo, manteniendo alta la factura que EE.UU. deba pagar por importación de energía.

Es poco probable que la política de EE.UU. venga al rescate. Por el contrario, habrá una carga fiscal importante en 2012, y el estancamiento político en el período previo a las elecciones presidenciales de noviembre impedirá a las autoridades hacer frente a los problemas fiscales en el largo plazo.

Teniendo en cuenta la perspectiva a la baja para el crecimiento económico de EE.UU., se puede espera que la Reserva Federal participe en otra ronda de flexibilización cuantitativa. Pero también se enfrenta a restricciones políticas, y hará muy poco y demasiado tarde para ayudar a la economía de manera significativa. Por otra parte, una minoría que se hace oír en el Comité Federal de Mercado Abierto, que fija las tasas, está en contra de una mayor flexibilización. En cualquier caso, la política monetaria puede abordar solamente los problemas de liquidez, y los bancos están inundados con el exceso de reservas.

Más importante aún, Estados Unidos -y muchas otras economías avanzadas- se mantiene en las primeras etapas de un ciclo de desapalancamiento. Una recesión causada por demasiada deuda y apalancamiento (primero en el sector privado, y luego en los balances públicos) requerirá de un largo período de gastar menos y ahorrar más. Este año no será diferente, ya que el desapalancamiento del sector público apenas ha comenzado.

Por último, están los riesgos de cola que hacen que los inversores, las empresas y los consumidores se comporten con máxima cautela: la eurozona, donde las reestructuraciones de la deuda -o peor aún, la ruptura- son riesgos de consecuencias sistémica; el resultado de las elecciones presidenciales de EE.UU.; riesgos geopolíticos como la Primavera Árabe, la confrontación militar con Irán, la inestabilidad en Afganistán y Pakistán, la sucesión de Corea del Norte, y la transición del liderazgo en China; y las consecuencias de una desaceleración económica mundial.

Teniendo en cuenta todos estos riesgos grandes y pequeños, las empresas, los consumidores y los inversores tienen un fuerte incentivo para esperar y hacer poco. El problema, por supuesto, es que cuando suficiente gente espera y no actúa, aumentan el mismo riesgo que están tratando de evitar.

Fuente: The Project Syndicate

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