Domingo, 29 Enero 2023 20:26

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Te propongo simplemente que me quieras.
Yo no te propongo ni el sol ni las estrellas,
tampoco yo te ofrezco un castillo de ilusión.
Yo tengo para darte tan solo cosas buenas,
triviales y sencillas las cosas de este amor...
Sandro

Llegamos al último fin de semana de enero de 2023 luego de haber atravesado una semana donde en la Argentina se escucharon propuestas políticas de todo tipo. Una cumbre internacional y el inicio del juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la Cámara de Diputados, le dieron marco a afirmaciones verdaderamente disímiles: desde acuerdos continentales sustanciosos a bloqueos institucionales disfrazados de indignación republicana pasando por la inefable idea de proponer la detención de un dignatario extranjero en suelo argentino. Todo sazonado con la dosis justa de calor y, ahora, de humedad veraniega. Pasen y vean, mientras esperamos a los mosquitos que ya aparecerán.

El inicio de la semana tuvo a la Séptima Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en el centro de la escena nacional. No tanto por las múltiples miradas que se sintetizan en estos espacios y sobre las cuales este analista, respetuosamente, prefiere no abordar por falta de conocimiento de cierto juego de las relaciones internacionales, sino porque los encuentros de este tipo siempre permiten lecturas posibles para el espacio local. Si a eso le sumamos la patológica tendencia de la argentina mediática a revisar hechos, acciones y proyectos políticos externos con la lógica local, el combo resulta completo.

No deja de tener algo de razón el propio presidente uruguayo Luis Lacalle Pou cuando afirma que no debemos tener una visión hemipléjica de las relaciones internacionales. La frase fue celebrada en el ámbito interno por la derecha argentina que se rasga las vestiduras por la situación de los derechos humanos en algunos países de la región, pero celebraba la llegada de un Xi Jinping, líder del Partido Comunista, y a la sazón del Estado chino, para la cumbre del G20 en noviembre de 2018. Indignaciones a tiempo y a la carta.

La ausencia de Nicolás Maduro (y los motivos que adujo), fue celebrada como un triunfo político por buena parte del mundillo PRO que imagina un diciembre de 2023 al frente del Ejecutivo y con una actitud muy distinta frente al heredero de Hugo Chávez Frías.

Una reunión como la que se llevó adelante en Buenos Aires a comienzos de semana, siempre deja elementos para el análisis de la política local y mucho más si el país donde se desarrolla, se predispone al inicio (formal) de un proceso electoral de proporciones que podría traer la novedad de reducir el margen de incidencia política de no pocos dirigentes. En el 2023 en la Argentina, no sólo se juega quien gobernará los destinos de sus ciudadanos durante cuatro años sino, también, las condiciones de la sobrevida de varios protagonistas. Ex presidentes (y presidentas) incluidos.

Si Alberto Fernández sale fortalecido en el plano internacional luego de la reunión, no es un dato inocuo para la política local. Si la vicepresidenta se reúne en su despacho del Senado de la Nación con un par de dignatarios de la región, pero además Cristina Fernández de Kirchner y Luis Ignacio Lula Da Silva no se encuentran por “problemas de agenda” (retórica política llevada a su máxima expresión), también son datos que se traducen en el día a día de lo local. Es cierto que los extranjeros no votan pero la talla de un dirigente y la posibilidad de afianzar procesos políticos locales, también se cimentan con el roce internacional.

Entonaba Sandro, el de América, “yo no te propongo ni el sol ni las estrellas”, y algo de esa asepsia propositiva parece reinar en buena parte de la oposición argentina (supuestos progresistas incluidos), que en el contexto del juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha decidido no habilitar el tratamiento de ningún proyecto de ley en la Cámara de Diputados.

El juego no deja de contar con cierta perversidad discursiva: mientras unos se quejan del no tratamiento de ciertas leyes, otros plantean la idea de que en Extraordinarias sólo se ofrece tratar leyes marginales.

La justificación al palo: en el medio hay 800.000 personas que en el país no pueden acceder a una jubilación y ocho universidades esperan para ser creadas. Se nota que algunos dirigentes y el electorado que representan no necesitan (supuestamente) de la presencia de un Estado que garantice algunos derechos.

En un punto, el juicio a la Corte por momentos bordea el bizarrismo. Opositores afirmando que el contenido de la demanda que se ha comenzado a sustanciar en el Congreso es “político”. Y sí Mabel, y sí Roberto, la constitución así parece haberlo entendido. Para demandas formales, están los tribunales que tan bien se representan en la vergüenza de buena parte de la Justicia Federal, aunque en muchas ocasiones, los jueces de Comodoro Py hayan inventado (e inventan), procedimientos procesales propios.

El juicio a la Corte servirá, más allá de los resultados, para mostrar ciertas formas de relacionamiento del poder, ese que no se vota pero que existe y es real. Causales para el juicio sobran y de hecho se han sustanciado en una veintena de intentos, con demanda incluida de la propia Coalición Cívica que sigue liderando la border Elisa Carrió, quien parece decidida a “llevarse puesto” a nuestro coterráneo Ricardo Lorenzetti.

El contexto propuesto por la oposición que integran Juntos por el Cambio y el Interbloque Federal supone la negación de la política. Como no están de acuerdo con el proceso, que en esta coyuntura lleva a una inexorable permanencia de los cuatro (amigos) del Liverpool, intentan obturar el mismo y de paso, cualquier tipo de discusión que se precie sobre otros temas. El riesgo es enorme: no sólo por lo que no se legisla sino por lo que puede quedar como antecedente de cara al futuro mediato. La defensa ya es claramente corporativa y no cabe agregar demasiado al respecto.

Pero también hubo tiempo para otras “novedades” políticas que, dicho honestamente, no tienen nada de nuevo (valga la contradicción) ya que las internas del gobierno no vinieron con las lluvias de la última semana. Cambiaron algunos métodos y no mucho más.

El supuesto enojo de Eduardo “Wado” de Pedro, ministro del Interior de la Nación, a partir de no haber sido invitado a una reunión sobre el tema Derechos Humanos en el contexto de la CELAC, dada su historia personal, se parece y mucho a un berrinche de estudiantina. Lo más gravoso del asunto es que lo hizo desde un off the record, recurso que el kirchnerismo supo detestar en su momento porque le parecía una forma perniciosa de la política argentina.

En aquellas circunstancias (oh década ganada, qué lejos has quedado), la distancia con los formadores de opinión, en muchas ocasiones devenidos en meros operadores, le permitía contar con dos factores determinantes: la iniciativa y la sorpresa política. Había en ello una virtud, ya que circunscribía lo decisional al ámbito pertinente y no al globo de ensayo que supone hacer correr ciertas versiones.

Si De Pedro lo hizo (nadie lo ha confirmado ni negado), si las intenciones referían a generar aún más ruido político interno o a la falta de experiencia cuando se juega en las grandes ligas de la política, es parte de un proceso donde el cristinismo celebra una encuesta publicada por el multimedios que antes era acusado de mentir (y miente), que afirma que la vicepresidenta es la dirigente con mayor intención de votos (17%), seguida por Javier Milei (15%). 

La encuesta, y los números, son engañosos. No hablamos de un partido del reiniciado fútbol argentino donde sólo valdría sacar más puntos que el adversario. Si la encuesta fuera cierta, lo que debe preocuparnos es la atomización que expone, antes que la definición sobre quién tiene un voto más o un voto menos. Con candidatos que no superen los 20 puntos, el escenario de ballotage es inexorable y la variopinta lista de candidatos amarillos más la del supuesto libertario Milei (perdón Kurt Wilckens), totalizan más del 50% de los votos. Celebrar ese primer lugar, se parece más al cuidado de la quintita propia antes que a la visión estratégica de lo que demanda la Argentina en pleno siglo XXI para ser un país más justo e igualitario.

En la previa de febrero, mes de retorno de la actividad judicial y del comienzo de la sustanciación del juicio a la Corte, en Argentina pudimos escuchar ideas que refieren a grandes propuestas a partir de la Asamblea de la CELAC y su contexto. La oposición argentina, a diferencia de Sandro, el de América, ni siquiera supo ofrecer algo que pueda seducir más allá del prejuicio y del preconcepto. Y buena parte del oficialismo sigue decidido a jugar al juego que parece que mejor juega y más le gusta: tirarse tiros en los pies. Seguramente habrá más novedades para este boletín.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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