Domingo, 22 Enero 2023 11:13

Antón Pirulero

Valora este artículo
(2 votos)

Antón, Antón,
Antón Pirulero,
cada cual, cada cual
atiende su juego,
y el que no, y el que no,
una prenda tendrá.
(Anónimo)

Huelga decirlo, pero para quienes pasamos la barrera que suponen las cinco décadas de edad, fuimos criados con una serie de canciones infantiles que no se caracterizaban siempre por el sentido de lo colectivo o de lo diverso. Antón Pirulero (dejamos aquí un interesante post que viene a zanjar la cuestión de si es “Antón” o “Al Don”), siempre resultó una creación que hacía gala de un marcado individualismo ya que, si cada uno no atendía su juego, tendría una prenda.

Podría afirmarse que estas líneas pueden servir de excusa para evitar una necesaria sesión de psicoanálisis, pero lo real y concreto es que, cuando se observan algunos posicionamientos políticos del oficialismo nacional (y provincial), uno no puede dejar de observar cómo perseveran ciertas lógicas individuales antes que las del conjunto. Promediando enero, la ausencia de un liderazgo que aglutine resulta cada vez más evidente. Capítulo número mil de un proceso que transforma a la idea de la diversidad en un juego donde prevalecen las mezquindades de los distintos protagonistas. Pasen y vean. Están todos y todas invitadas.

Desde hace unas cuantas semanas Alberto Fernández aparece más activo en temas y regiones que había dejado de abordar en el pasado no tan lejano. Comenzó el año con el anuncio del inicio del proceso de juicio político a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha recorrido un par de provincias, y ha dado a conocer una serie de videos donde, a la vez que cuestiona la gestión macrista, realza lo hecho por su administración en este tiempo. Los últimos spots se parecen, y mucho, a los de un presidente/candidato: discute con cierto decir opositor, muestra un futuro cercano de esperanza y fogonea una autovalorización que el macrismo parece destinado a esmerilar.

La estrategia presidencial se ancla en una temporada turística récord, de argentinos que vacacionan en el país pero también de aquellos que se corren hasta Brasil; en una gestión económica conducida por Sergio Massa que evitó el abismo y pone cierta perspectiva en una baja real de la inflación; en una actividad industrial que en algunos sectores muestra los mejores números desde hace quince años; en un conjunto de obras estructurales que son vitales para el tiempo que viene y en un protagonismo regional que se complementa con el éxito lulista de octubre de 2022. Si toda esta hiperactividad obedece al deseo íntimo presidencial de ir por la reelección o de evitar el vacío de poder sintetizado en la historia de un pato rengo, es algo que sólo Alberto Fernández y el tiempo (fundamentalmente) podrán definir.

Cristina Fernández de Kirchner por su parte, aparece cada vez más determinada a mostrar el comportamiento mafioso de buena parte de la justicia federal que anida en Comodoro Py y que, en esta semana, volvimos a tener un ejemplo de su eficaz accionar cuando el juez Sebastián Ramos decidió archivar (en menos de dos semanas) la causa contra el ministro de Seguridad y Justicia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires Marcelo D’alessandro, por los audios que lo involucraban en una relación bochornosa con Silvio Robles, el jefe de asesores de Horacio Rosatti. La vicepresidenta sigue mostrándose muy lúcida para reflejar la red de complicidades que operan en ese antro llamado tribunales federales y el día viernes advirtió de que están llevando a la institucionalidad argentina a un callejón sin salida.

La gran pregunta para este 2023 es si esa lógica política mueve el amperímetro electoral. Con una inflación del 95% para el año que pasó, con una expectativa (con todo el viento a favor) de bajar ese número al 60% para los próximos doce meses, queda la duda persistente si la sociedad en su conjunto pone en valor esa justa disputa que lleva adelante la dirigente peronista con más votos.

Sergio Massa por su parte tuvo una semana con matices. Al anuncio de la recompra de deuda por U$s1000 millones, medida que le permitió quitar presión a un dólar ilegal que había aumentado casi un 10% en muy pocos días, le siguió una sobreexposición de su figura que recibió el cuestionamiento del multimedios más poderoso de la Argentina. Algunas cosas no parecen casuales: desmontar una pequeña corrida cambiaria tiene sus costos, para Massa incluido.

La situación es clara: el gobierno articula poder como puede, con medidas de distinto tipo y, excepto honrosas excepciones, no aparece un conjunto de dirigentes que le ponga el cuerpo al asunto. Si al presidente se le pedía audacia para emprender disputas que de antemano se sabían perdidas (el juicio a la Corte es un claro ejemplo de ello), hoy, no aparecen muchas de esas voces bancando la parada. Si retoma una siempre necesaria y sana costumbre de recorrer el país, vale preguntarse cuántos son los dirigentes locales que están dispuestos a acompañarlo en la recorrida.

Para muestra basta un botón decía mi abuela, y en la semana que pasó los santafesinos tuvimos un buen ejemplo de lo dicho en el párrafo anterior. El gobierno nacional anunció una partida de $1300 millones para la provincia de Santa Fe para paliar los efectos de la sequía. Rápido de reflejos, el diputado Roberto Mirabella, hombre de estrechísima confianza del gobernador Omar Perotti y uno de los dirigentes que suenan como delfín del primer mandatario provincial para sucederlo en el cargo a partir de diciembre de este año, se ocupó vía Twitter de agradecer pero a la vez señaló una crítica por la ausencia de un plan integral. Uno lee el mensaje y no entiende bien si lo escribe un oficialista o un opositor.

En ese ejemplo menor, insignificante si se quiere, radica parte de una pregunta que parece rondar en ciertos ámbitos que no son, precisamente, los que componen el famoso y nunca del todo identificado círculo rojo: ¿Quién defiende al gobierno?, y ampliando la perspectiva, ¿Quién defiende al peronismo en su conjunto?

Si, unos quinientos supuestos empresarios que dicen gustar del riesgo inversor capitalista, actúan en tándem con la Embajada de los EE.UU. y salen a cuestionar un pedido de juicio político contra la Corte Suprema de Justicia de la Nación, instancia jurídica consagrada en la mismísima Constitución Nacional, luego de que la propia oposición argentina haya presentado una veintena de juicios políticos al presidente de la Nación y nadie se ofendiera demasiado; y sólo se escuchan unas pocas voces que se paren frente al dislate de una embajada metiéndose en asuntos internos, cabe preguntarse el porqué de un silencio nacional y popular tan atronador.

El Frente de Todos surgió como producto de la urgencia que suponía sacarse de encima el lastre que representaba para el país la continuidad de un gobierno como el de Cambiemos en el período 2015 – 2019. La inteligencia de Cristina Fernández de Kirchner fue determinante y la idea de la “unidad en la diversidad” pareció sintetizar un espíritu de época que, con el surgimiento de los problemas más importantes de la gestión, no pareció prevalecer.

En el después no hubo una construcción que permitiera “pasar de pantalla”. ¿Falta de generosidad o de amplitud de los principales dirigentes? Esta podría ser una línea de abordaje para entender por qué hoy el Frente de Todos devino en la suma de “diversos con un sello común”, y no mucho más que eso.

La gran pregunta que subyace cuando se amplía la mirada es si este es un problema forjado en la propia génesis del Frente de Todos o es, en realidad, una característica sobresaliente del sistema político argentino en los años 20’ de este siglo XXI. Realmente resulta difícil de definir en este espacio, pero lo real y concreto es que nadie la tiene sencilla en este juego de distintos. Ni oficialistas, ni opositores. Estos últimos aparecen enfrascados en una virulencia interna que sólo es ralentizada cuando se trata de bloquear en forma sistemática al oficialismo, con crítica a la Asamblea de la CELAC incluida, ofreciendo el triste espectáculo político de pretender limitar la presencia en el país, de mandatarios que no son del gusto amarillo.

¿Las PASO podrían superar esta encerrona donde cada cual atiende su juego? Es una posibilidad. Lo planteamos hace tres meses atrás, cuando sosteníamos desde este grupo de trabajo que ese formato de internas creadas en la gestión kirchnerista había llegado para quedarse. Una de las virtudes de esa forma de ordenar la vida interna de los partidos es que, la disputa (y el consiguiente resultado) puede servir para fortalecer la vida de cada uno de ellos. Si bien esto no es un cálculo matemático de una exactitud definitiva, la alternativa de un proceso interno tal vez pueda reordenar y dar nueva significancia a algunos liderazgos.

Queda saber si el peronismo se decide por este método o si, por el contrario, prevalece la unidad de un nombre común. Cualquier método será posible, pero lo que queda cada vez más claro, para lo que el futuro depare, es que deberá reconsiderarse la idea conceptual del Antón Pirulero.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

Más en esta categoría: « La previa Propuestas »
Inicia sesión para enviar comentarios