Domingo, 28 Septiembre 2025 11:36

Del éxtasis a la agonía Destacado

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Javier Milei en la Sociedad Rural Javier Milei en la Sociedad Rural

Del éxtasis a la agonía,
oscila nuestro historial.
Podemos ser lo mejor,
o también lo peor,
con la misma facilidad…

“La Argentinidad al palo” - Bersuit Vergarabat

Un muy preanunciado acuerdo excepcional con una gran potencia. Los montos como expectativa. La confianza de un funcionario extranjero que habilita cierta tranquilidad en los mercados. Una evidente relativización de las promesas, condicionadas a un resultado electoral que se conocerá en pocas semanas. Una reunión de unos pocos minutos con quien intenta ser (otra vez) el dueño del circo, sobreactuando una empatía forzada. Una promesa de campaña que se promociona como provisoria y con fecha de vencimiento a poco menos de 40 días y que, vaya casualidad, se esfuma en poco menos de 72 horas. El consiguiente quiebre (inesperado) con parte de un electorado “prestado” que, si bien no le era propio, había sabido interpelar desde ciertas ideas comunes. Y finalmente, la reimposición parcial de un cepo que había sido eliminado para siempre. Todo ello resume la semana libertaria, con los consiguientes picos de una adrenalina extrema en lo cotidiano. Un verdadero subibaja emocional no apto para anglosajones y nórdicos que gozan de la previsibilidad como un valor en sí mismo. Pasen y vean. Quedan formalmente invitados.

Empecemos con una buena para el Gobierno, o, mejor dicho, para el círculo de poder encarnado en los hermanos Milei. A fuerza de dimes y diretes el oficialismo ganó en centralidad política e impuso agenda, circunstancia que no sucedía desde hacía varios meses, con derrota electoral de proporciones incluida. Queda, para los días por venir, descubrir en qué medida ese protagonismo le juega a favor o en contra, pero debe reconocerse que no es poco para una administración que aparece como inexistente en la gestión fuera de la agenda de la macroeconomía y con un sinnúmero de problemas y conflictos internos salpicados por una exasperante impericia política y por una cada vez más sospechada corrupción. 

La semana puede sintetizarse como una foto con una serie de idas y vueltas muy característica de un espacio fuertemente desgastado. Sobre el fin de semana anterior el oficialismo hizo correr la versión de que se estaba trabajando en un acuerdo excepcional con el Tesoro de los Estados Unidos y que el monto rondaba los U$s30.000 millones. 

El adelanto que aún no tenía perfil de noticia, resultaba lo suficientemente potente como para que se consultara en la mañana del lunes al propio ministro de Relaciones Exteriores y Culto Guillermo Werthein, quien lo negó ante el comunicador Eduardo Feinman. En cuestión de minutos apareció el ya famoso mensaje vía X del secretario del Tesoro Scott Bessent, que tuvo la particular doble virtud de llevar tranquilidad a los mercados y de demostrar la irrelevancia política del ex presidente del Comité Olímpico Argentino.

Con el correr de las horas se conocieron dos datos que le dieron encuadre la situación: en la reunión entre Donald Trump y Javier Milei, ante una requisitoria periodística, el ex socio de Mauricio Macri dejó entrever que la ayuda (cash) no sería necesaria ya el presidente argentino estaba haciendo un gran trabajo. El segundo dato referenció en otro mensaje de Bessent quien no clarificó el tipo de ayuda, que la dejó supeditada al resultado electoral de octubre y que el Estado argentino debía eliminar las retenciones cero para granos y carnes, cuestión que había sido decretada un par de días antes.

En el subibaja comunicacional libertario, a las pocas horas del comentario del funcionario norteamericano, se supo que se había llegado al objetivo de liquidar granos por los U$s 7.000 millones, lo cual representaba el tope máximo establecido en el decreto inicial. A partir de allí y con el correr de las horas quedaron establecidas tres circunstancias harto evidentes:

  1. Que el negocio se armó con la sola intención de hacerse de ese monto, haciendo perder al Estado argentino la suma de U$s1.800 millones que se debía cobrar en forma de impuestos, cantidad que, casualidades y causalidades de la vida, representan los fondos negados a la emergencia del Garrahan y de las universidades. De paso, y de manera tangencial, se terminó favoreciendo a los grandes jugadores representados en las cerealeras más importantes. 
  2. La circunstancia enojó a buena parte de los actores de la actividad primaria, quedando en el ojo de la tormenta una dirigencia ruralista que hasta hace un par de meses atrás, le brindaba un marcado apoyo al presidente en los terrenos de la Sociedad Rural palermitana.
  3. La preponderancia que, de ahora en más, tendrá la administración trumpista sobre las decisiones que deberían ser soberanas de parte de la gestión mileista, si es que los acuerdos se profundizan. Bastó un simple mensaje en redes de un funcionario para que el Gobierno argentino se decida a romper con parte de un núcleo duro que, si bien no le era propio, tenía una cercanía ideológica evidente. 

Ese malestar vino a mostrar una especie de ruptura en un bloque de poder que hasta el momento aparecía fuertemente consolidado: desde hace unas cuantas décadas, el negocio de la actividad agropecuaria aparecía como una sola cosa donde abrevaban productores de distintos tamaños, empresas de diversos rubros, transportistas, operadores de bolsa, frigoríficos, empresas cerealeras y no pocos medios de comunicación. En la semana que se va, ese pacto implícito parece haberse roto. Basta ver las opiniones en redes y en medios de los distintos protagonistas para entender que ese entramado antes monolítico, parece haber entrado en crisis. “Nos cagaron” fue la frase más visceral y sintéticamente expresada por aquellos que aún tienen al campo como su principal medio de vida.

En la afiebrada mente de este analista surgió la duda de qué habría pasado si semejante estafa gubernamental la hubiera implementado un gobierno de otro signo político. Pero antes que involucrarnos con elucubraciones inconducentes (en todo caso, querido lector, estimada lectora esa respuesta la dejo para su propia definición), vale preguntarse si estamos en presencia de la antesala de una reversión de la disputa ocurrida con la famosa resolución 125. 

A la distancia, y con la salvedad de no conocer a las bases agropecuarias, podría decirse que no. En primera instancia, digamos que tanto los representantes, como los representados y el Gobierno tienen una marcada afinidad ideológica, cuestión que resultaba fuertemente antitética en 2008. De hecho, la cercanía es tal que, en algún momento, el propio Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural Argentina, fue testeado como un hipotético ministro del área.

En términos de construcción de sentido, diecisiete años atrás “el campo” aparecía como una cosa monocorde que operaba sobre un inconsciente colectivo al que le estaban birlando la posibilidad de hacer una diferencia, en un momento en el que la coyuntura internacional lo favorecía. Esa circunstancia no aparece por estos días ya que los precios internacionales no son los de entonces y la competencia de otros países en materia de producción de carnes, por ejemplo, se ha incrementado.

Con todo, hay un modo libertario que ha entrado en crisis. Si movemos la hojarasca, es probable que descubramos que la foto que suponen el éxtasis y la agonía de esta semana que pasó, tenga más que ver con una película donde la palabra ha sido malversada y sólo quedan la justificación de lo hecho en estos casi 22 meses de gestión como antónimo de lo que está enfrente, antes que los logros cumplidos y alcanzados.

El libertarismo que nos gobierna poco tiene que ver con los valores de la libertad que reivindica (un dato como al pasar: parece un acierto de la campaña de Mariano Recalde en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, discutiendo la idea de qué libertad nos merecemos). El mileismo ha fracasado en aquellas promesas que lo hicieron seductor. A la hipotética dolarización le siguió un fortalecimiento del peso; al cierre del Banco Central se le contrapuso la gestión de un organismo que incide decididamente en el mercado; el ajuste que pagaría la casta se transformó en la conculcación lisa y llana de los derechos de los más débiles; a la eliminación de las retenciones que servirían como estrategia de “liberación” de las fuerzas productivas, le siguió una serie de marchas y contramarchas que terminaron favoreciendo a los grandes jugadores de la actividad primaria y, por último, a la celebración de la eliminación del cepo para personas humanas le correspondió la restricción para la compra de dólares financieros y dólar libre, con el fin de corregir ciertas “distorsiones”. Más ciclotimia política no se consigue.

Y si no bastara con lo expuesto en el párrafo anterior, vale agregar que de la mano del Fondo Monetario Internacional antes y del Tesoro de los Estados Unidos ahora, se sometió y somete, a una coyuntura de pérdida de manejo de los resortes de gestión de la macroeconomía en un país que, como supo definir en la semana el inefable Jaime Durán Barba, se distingue por su fuerte anti norteamericanismo. En el marco del proceso electoral en ciernes, los resultados que arrojen las urnas en la noche del domingo 26 de octubre pueden profundizar la agonía.

(*) Analista político de Fundamentar - @miguelhergomez

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