Viernes, 01 Mayo 2020 23:12

¡Rimpisti il Mircisir!

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¡Buen día! Primero, feliz día para todas las personas que trabajan. Recuerden siempre que nosotros somos los que creamos la riqueza. Muchas veces me dan ganas de comentar cosas que están pasando por fuera de América Latina, pero esta semana no es el caso. Brasil se lleva (otra vez) todos los flashes, e intentaremos ver que pasó con el Mercosur. Así tenés argumentos para discutirle a ese tío que lee Infobae y te quiere correr con que Argentina rompió el bloque. Igualmente, al final hay algunas cosas por fuera del barrio. Vamos.

Divórcio brasileiro

Las cifras oficiales, las difundidas por los gobiernos, dicen que Brasil tiene más contagios y muertes por COVID-19 que China. “Yo soy Messias, pero no hago milagros”, dijo el Presidente, aludiendo a su segundo nombre cuando le preguntaron por los muertos. Pero esta semana fue el escenario de una crisis política importante generada por la explosiva salida de Sergio Moro del gabinete de Jair Bolsonaro.

Comencemos por los hechos. El viernes, el ahora ex Ministro de Justicia y Seguridad Pública de Brasil, Sergio Moro, daba una conferencia de prensa donde comunicaba su renuncia. La razón esgrimida por Moro hizo referencia a que el Presidente buscaba tener injerencia en facultades del Ministerio. En términos concretos, que había perdido autonomía para trabajar, ya que Bolsonaro quiso reemplazar al jefe de la Policía Federal (PF), que depende institucionalmente del Ministerio.

En Brasil, la PF investiga causas federales. Algunas de estas tienen como protagonistas al clan Bolsonaro. En concreto, se investigaba la participación de Carlos y Eduardo, dos de los hijos de Jair, como jefes de un troll center destinado a difundir fakenews durante las elecciones de 2018, en las que resultó victorioso su padre. Otra de las causas investiga a Flavio Bolsonaro por sus vínculos con milicias armadas de Rio de Janeiro, organizaciones parapoliciales criminales con mucha influencia en las favelas. Una última se abrió por la marcha anti cuarentena de hace dos semanas, donde estuvo el presidente y se pidió que se cierre el Congreso y que intervengan los militares.

Conforme al avance de estas causas, Bolsonaro buscaba un cambio en la conducción de la PF, que estaba en manos de Mauricio Valeixo, un hombre de confianza de Sergio Moro y que respondía directamente a él.

Hacia finales de la semana pasada, salía en el Boletín Oficial de Brasil la resolución por la cual se comunicaba la salida de Valeixo de la jefatura de la PF. La misma estaba firmada por el Presidente Jair Bolsonaro y por el Ministro Sergio Moro.

El viernes, afirmando que no firmó esa resolución, Moro renuncia.

¿Por qué esta renuncia causo una crisis política? Porque Moro era el Ministro más popular del gabinete.

Sergio Moro fue Ministro de Justicia desde la asunción de Bolsonaro en enero de 2019. Antes, se desempeñaba como Juez en Curitiba, y estuvo a cargo de la investigación del Lava Jato, el escándalo de corrupción que salpicó a toda la clase política brasileña. Moro fue el juez que encarceló a Lula da Silva, sin pruebas pero amparado en la “firme convicción de su culpabilidad”. Es la espada del poder judicial, el símbolo de la lucha contra la corrupción y el modelo a seguir de muchos dirigentes de la derecha continental, sin tanto éxito como el que tuvo el brasileño.

Moro es visto como un héroe por parte de los opositores al Partido de los Trabajadores (PT). Es un representante del establishment judicial. Su renuncia y posterior pelea con Bolsonaro representa un divorcio entre el gobierno y una parte importante del poder judicial y económico. Así, Bolsonaro sigue perdiendo aliados y depende cada vez más del apoyo de las Fuerzas Armadas.

Al enfrentamiento con los gobernadores ex aliados por la gestión de la pandemia, con los medios de comunicación y con la gran parte del Poder Legislativo, hay que sumarle ahora otro jugador en contra al Presidente: el Poder Judicial. El mismo viernes, la Procuración General abría una investigación contra Bolsonaro por las acusaciones de Sergio Moro.

Un periodista carioca dijo una frase en estos días que retrata muy bien lo que sucede en Brasil: “el poder real brasileño se esforzó tanto en correr al PT, a Lula y a Dilma, que recién ahora descubren quien realmente es Bolsonaro”. Un tipo que no respeta nada, ni a nadie. El último en descubrirlo, fue Moro.

En las próximas semanas habrá que seguir los movimientos de varios actores: los militares, que son el ala más poderosa del gobierno, pero que no quiere ganarse el mote de golpista; el Ministro de Economía Paulo Guedes, el único ministro civil de peso que queda en el gabinete, y el último representante del sector liberal; y el “centrão”, una importante bancada del Congreso conformada por pequeños partidos que suelen vender sus votos al mejor postor. Es probable que le pidan cargos y plata a Bolsonaro para no mandarle mecha a alguno de los 20 pedidos de impeachment que hay contra el Presidente de Brasil. 

¿Qué onda con el Mercosur?

Una recomendación: traten de no escuchar a actrices de ficciones de Cris Morena y busquen información seria. Googleen ‘Felicitas Beccar Varela’, y se van a dar cuenta de lo que hablo. No, no es el nombre de una sede de la Sociedad Rural ni de un country en San Isidro. Lo que pasa es que, en las cuestiones internacionales, hay poco periodismo bueno en Argentina: lo que abunda es realmente malo y hay que buscar un poquito para llegar a los que saben.

El sábado se conoció la decisión de Argentina de no participar más en las negociaciones con otros países para conformar acuerdos comerciales (o sea, tratados de libre comercio) con una serie de países: India, Líbano, Corea del Sur, y algunos más. Esto excluye los que ya se ‘firmaron’ con la Unión Europa y con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por sus siglas en inglés). 

Argentina no se va de ningún lado, como dijo algún triste ex embajador. Simplemente decide no participar en estas conversaciones porque sostiene que un acuerdo de libre comercio, fundamentalmente con Corea del Sur, perjudicaría a su ya golpeada industria en un contexto donde hay una pandemia. Porque algunos actúan como si no fuese así, pero hay una pandemia y hubo un modelo económico que dejó a la industria en estado vegetativo.

Argentina hace esto porque en Mercosur rige la regla del consenso: si un país no está de acuerdo con algo y no firma, la negociación se cae por completo. Con el cambio de gobierno en Uruguay y con el ultra liberal Paulo Guedes definiendo la política económica de Brasil, se aceleraron las negociaciones para liberalizar el comercio con estos países. Como el actual gobierno argentino considera que la firma de estos acuerdos es nociva para el empleo nacional, ofrece la flexibilización de la negociación para no vetar el acuerdo y ahorrar un conflicto con alguno de los vecinos.

Mi compañero Fabián Drisun escribió un excelente artículo en Síntesis Mundial explicando más detalladamente esto (VER).

Lo que realmente está en juego acá es el arancel externo común (AEC), que es la característica principal de una unión aduanera como el Mercosur. El AEC es el gravamen común que se le impone a cualquier producto que entra al Mercosur, y tiene el objetivo de impulsar el comercio entre los socios. Las diferencias entre el Brasil de Bolsonaro, el Uruguay de Lacalle Pou y el Paraguay de Abdo Benítez con la Argentina de Fernández, radica en que los tres primeros abogan sin miramientos por un AEC menor.

En fin, no nos vamos de ningún lado pero estamos en un lugar incómodo, rodeados de gente que piensa distinto. Algo que seguramente a todos nos pasó en alguna que otra cena con parientes lejanos.

Bonus track

Era poco pero al final fue mucho para un feriado en cuarentena. Cosas que pasan. Dejo, como siempre, algunas cosas que encuentro por ahí. 

Esta nota de El País caracteriza la gestión de Mark Rutte, el primer ministro de Holanda, quien tiene las posiciones más duras con respecto a hacer comunitario el rescate europeo post coronavirus. Está muy buena la tensión que manejan estos mandatarios, entre lo que le demandan sus sociedades nacionales y el compromiso continental que tienen (VER). 

El Salvador tiene un montón de historia, pero lo primero que se le viene a la cabeza al común de la gente son las maras. Este país también tiene un Presidente bastante joven, que tuitea mucho y que se llama Nayib Bukele. Hace unos meses militarizó el Congreso. Ahora, como las maras empezaron a enfrentarse de nuevo después de una pequeña tregua por el coronavirus, los puso a todos juntos en la cárcel, sin importar de qué pandilla sean.

Por otra parte, vinculado con lo que hablábamos la semana pasada, en este pequeño cuadro se explica de manera muy simple muchas de las cosas que pasan en Venezuela. Lo que allí sucede no es solo consecuencia del petróleo. Pero si comparamos la edad de oro del chavismo con la crisis que atraviesa el país caribeño desde 2014, sorprende como se corresponde con la caída de los precios.

Los musulmanes están atravesando el mes sagrado del Ramadán confinados. Las personas que profesan el Islam tienen la obligación de viajar a la ciudad sagrada de La Meca, en Arabia Saudita, al menos una vez en su vida. Lo que implica que siempre esta abarrotada de gente. Hoy esta así.

En Nueva York, la comunidad jasídica de Brooklyn (donde vive Esty, de Poco Ortodoxa), se reunió con motivo del funeral de un rabino. Tuvo que ir la policía a decirles que se vayan a su casa.

Las últimas dos me dan el pie para dejarles este zarpado mural que hizo Kobra, un artista callejero brasilero.

Un abrazo grande y hasta el viernes que viene.

 

(*) Analista de Fundamentar

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